La esclavitud del proletariado

“Allí, en un taller de la Toscana, se dedican a fabricar prendas de ropa barata, de venta en toda Europa”

Antonio Casado
23:32 • 05 dic. 2013

En vez de estar mandando cartas a los Reyes Magos esperando que el Gobierno denuncie los Acuerdos de España con la Santa Sede, el PSOE debería estar poniendo el grito en el cielo por la muerte de siete personas, cinco hombres y dos mujeres, ciudadanos chinos, cercados por las llamas del incendio declarado el lunes pasado en un taller textil de la Toscana, donde trabajaban en condiciones infrahumanas.


Y no tanto por lo ocurrido en ese polígono industrial de Prato, en la citada región italiana, que también, sino porque puede ocurrir en cualquier momento en España. Y cuando ocurra todos nos haremos de nuevas. Todo el mundo conoce la existencia en nuestro país de este tipo de talleres donde miles de chinos, residentes ilegales en su mayoría, trabajan hacinados quince y dieciséis horas diarias, siete días a la semana, en régimen de clandestinidad y por sueldos de miseria.


Los trabajos de investigación de la excelente periodista, Gloria Serra, nos dejaron en su día inequívocos testimonios televisados. Y todo ello ante la mirada distraída de los poderes públicos, que sólo se darán por aludidos cuando, el menor día, en España ocurra lo que ha ocurrido en este taller de la Toscana.




La noticia pone los pelos de punta. Las siete personas murieron achicharradas en un cuchitril del que no pudieron escapar porque se lo impedían las rejas que habían convertido el taller en una cárcel. Allí se dedicaban a fabricar prendas de ropa barata, de venta en toda Europa, que estaban haciendo millonaria a la dueña del negocio, gracias a su decisión de esclavizar en pleno siglo XXI a sus trabajadores.


El método, desgraciadamente muy extendido en los polígonos industriales de muchas ciudades europeas, es una reproducción clandestina -ilegal- de la necesidad de mano de obra barata que tiene el sistema. Si el factor trabajo opera bajo el signo de la abundancia, si es sobrante, si hay más trabajadores disponibles de los que son necesarios para la producción de bienes, los costes y las condiciones laborales tenderán a la baja mientras que los beneficios empresariales tenderán al alza. No falla.




Dicho sea lo anterior con carácter general. Pero el tema que nos ocupa nos remite a un problema de esclavitud laboral pura y dura en el corazón de Europa, donde se supone vigente el respeto a los derechos de los trabajadores que tanto costó instalar en los marcos jurídico-políticos del llamado mundo civilizado. Y lo paradójico es que este tipo de talleres clandestinos que reviven la esclavitud del proletariado tengan su nicho ecológico en el régimen comunista chino. Creíamos que Mao lo había fundado para lo contrario, para la redención del proletariado.





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