Epifanía de la lorza

Jose Fernández
01:00 • 09 ene. 2014

Del mismo modo que las fiestas religiosas de Navidad (celebradas de modo entusiasta por todo el mundo, incluidos descreídos, apóstatas y superprogres) nos traen revelaciones y anuncios de cambios, la llegada de enero y el fin de los jolgorios nos ofrece otro tipo de apariciones a mitad de camino entre la liturgia y la endocrinología, que podríamos llamar  epifanía de la lorza. Un año más, afrontamos el cambio de calendario con el panículo adiposo en todo lo suyo y la cuenta corriente en admirable forma: delgada y sorprendentemente estilizada. Pero como vivimos en una sociedad de perfil psiquátrico, los mismos medios por los que hace apenas unos días se nos invitaba al descorche, a la deglución y a la degustación hedonista, son ahora canales de contricción y aviso de privaciones y penitencias: “haga usted dieta”, “púrguese con estos comprimidos”, “apúntese a un gimnasio”, etcétera. Ya no se respeta la voluntad del adulto que, consciente del poder calórico de la panceta, hace de su capa un sayo y decide ser un gordo feliz y bonancible, y se le acosa y se le persigue y se le insta y se le amenaza para que cambie de hábitos y renuncie a lo que le gusta. Especialmente feroz es la persecución a las mujeres, a las que desde ya se las empuja a someterse a todo tipo de padecimientos en pos de las pretendidas operaciones bikinis o triquinis estivales. En todo caso, permítanme que inicie el año nuevo con una apelación al respeto y al sentido común, para que nos dejen de dar la castaña con dietas milagrosas o laicas o esa profesionalización del timo que son los aparatos de gimnasia doméstica anunciados en la teletienda. Que dejen al personal en paz con sus kilos de más, que bastantes complicaciones tiene ya la vida como para que encima tengamos que afrontar la entrada del nuevo año con pretensiones de plusmarquista olímpico o modelo de pasarela.







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