El puerto ruso más importante del océano Pacífico está situado en Vladivostok, a más de 9000 kilómetros de Moscú y cerca de la frontera con China y Corea del Norte. La ciudad, que cuenta con cerca de seiscientos mil habitantes, es hoy en día un importante centro de transporte y de envíos marítimos.
Vladivostok se encuentra conectada por ferrocarril con el resto del país a través del legendario Transiberiano y también mediante líneas de larga distancia y cercanías.
Su estación, que rememora la arquitectura rusa del siglo XVII, ha superado ya el centenar de años y no parece, a la vista de su estado, que sufra problemas de mantenimiento.
Hasta aquí la breve pero, a mi juicio, necesaria descripción de la ciudad en la que tampoco se va a realizar soterramiento alguno por parte del Gobierno español, según nos dio a entender Luis Rogelio Rodríguez. No sé cómo se lo habrán tomado los vladivostokianos – igual he acertado con el gentilicio - pero los almerienses, que compartimos con la ciudad rusa el desaire del alcalde de Almería, andamos, por decirlo de manera suave, con la mosca detrás de la oreja.
La irritación en este caso ha aparecido por comparación. Por aquello tan almeriense de establecer semejanzas y diferencias con Murcia. Que se sepa, allí su alcalde no rescindió el compromiso de seguir demandando para sus vecinos aquello que sus vecinos querían: soterrar las vías del tren a su paso por la ciudad. O sea, seguir adelante con la misma solución que se dispuso aquí.
En cambio, el resultado de lo ocurrido en una y otra ciudad ha sido completamente distinto: en Murcia se hará el soterramiento y en Almería no.
Entre otras cosas, porque al alcalde murciano no le hemos oído comparar su ciudad con, digamos, Volgogrado y eso- por mucho que le haga falta también a esta localidad rusa un soterramiento- ha evitado que termine convirtiéndose en un chiste tan largo como este.
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