Podría parecer que esta vez la columna se la dedico a un bolero desgarrado que habla de una mujer olvidada y, en parte, es cierto: Teresa es un despoblado ubicado en un enclave paisajístico único, en la Sierra de Cabrera, dentro del término de Turre, y vuelve a ser el ejemplo de la desidia de las administraciones y sus gestores por esta tierra, por su historia y por su patrimonio natural y cultural. Luis Siret decía que “Almería es museo a cielo abierto” y qué razón tenía.
En la ficha técnica de Patrimonio Inmueble de Andalucía podremos comprobar que sólo se ha hecho una excavación por la Universidad de Granada entre 1978 y 1980, por la Dirección General de Patrimonio, y con la financiación del americano John Polanski propietario de la finca.
El poblado, de gran extensión, se sitúa sobre el Cerro de Las Minas, emplazado en una zona privilegiada de la sierra porque, desde la altura en la que está, se controla una gran extensión y, además, se sitúa junto a la Rambla del Colorado, la cual lleva agua casi todo el año. Sus moradores supieron adaptarse al medio y gestionaron sus recursos de agua con singulares obras de ingeniería: almacenaron el agua en una gran cisterna, construyeron aljibes, pozos y acueductos. Las acequias, en diferentes niveles, atraviesan el relieve que, junto a azudes y tapes, conducían el agua para cultivar hortalizas y cereales.
Además se encuentran restos de dos molinos de grano, de muralla, cimentaciones de viviendas y cuevas que servían de habitación. La erosión y el olvido están dejando al descubierto las tumbas musulmanas. La iglesia de Teresa fue construida en 1505 sobre los restos de una mezquita y fue, según J. Grima, “uno de los edificios más importantes y extensos de Sierra Cabrera”. Tras muchos avatares históricos la población morisca abandonó Teresa en 1569. L. Siret la sitúa en el Paleolítico dentro de la Cueva de las Palomas y V. Lull localizó restos de la cultura argárica, pero esto no se ha confirmado. Teresa está sin protección administrativa y sigue a merced de expoliadores.
Almería, bella tierra obstinada, nos sigue ofreciendo su historia en diferentes lenguajes y formas, desde vestigios de manglares en forma de fósiles del terciario o, como Teresa, en un pequeño bote de esencias concentrando la historia del Levante. Como dice Javier Irigaray, presidente de la Asociación Cultural Argaria: “No podemos perder más tiempo. Teresa nos interesa y necesita protección administrativa ya. El abandono de nuestro patrimonio es un crimen contra la historia del que no podemos ni debemos ser cómplices.” Teresa va desapareciendo y bajo la sombra de un nuevo propietario, no tan sensible, que ante el letargo de nuestros gestores, puede poner en práctica la política del ladrillo.
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