Leyendo a Antonio Machado

“Su influencia ha sido enorme entre coetáneos, nada digamos de las generaciones que vinieron después”

Kayros
01:00 • 22 feb. 2014

Sin alharacas y al margen de cualquier grupo invitado o no invitado, quiero hacer yo también mi personal homenaje a Antonio Machado con motivo del 75 aniversario de su muerte. En mi juventud, apenas  si los libros de bachillerato  traían algún poema del  sevillano. Una vez, por casualidad, pude leer aquel que dice Yo voy soñando caminos extraído de Las Soledades. 


Por aquel tiempo estaban de moda las enseñanzas teóricas de Dámaso Alonso sobre significante y significado para la interpretación de un poema. A ellas me acogí con el objeto de medio entender un poema que parecía simple pero era profundísimo. Traducido a palabras no poéticas, allí se hablaba de un Machado que salía al campo a soñar caminos de la tarde. La palabra tarde en mitad del verso es crucial. Las colinas  aparecían doradas, los pinos verdes. El poeta se pregunta dónde iría aquel camino. De pronto se oye un cantar: “en el corazón tenía/la espina de una pasión/logré arrancarla un día/Ya no siento el corazón. Identificación total con la naturaleza. El viento suena en los álamos del río. Quien haya leído las obras completas sabrá  que los álamos en Machado son la viva metáfora del amor, expresión numínica  del mundo. En mi caso,  aquello se tradujo en tres largos artículos que aparecieron en una Revista de Estudios bajo el título general de Introducción a la estética de Antonio Machado(l958).   Desde entonces, el poeta sevillano tiene en mi corazón un altar, como diría él mismo. Luego está su lucha por la República y su toma de partido por los perdedores. Su escapada a Valencia. Su trágico éxodo con una madre agónica que creía que iban para Sevilla y finalmente la muerte en el exilio. Cuando el franquismo declinaba se puso de moda visitar la tumba como un santuario. De aquí arrancan algunas generaciones posteriores. A Antonio se le acusa de ser un poeta del siglo XIX y algo de razón tienen sus escoliastas, sobre todo en lo que se refiere a la forma, pero en el fondo no se parece  a nadie. Su influencia ha sido enorme entre coetáneos, nada digamos de las generaciones que vinieron después. Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla.  A este andaluz universal, la historia le hizo un guiño irónico al venir al mundo en un gran palacio.







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