Desde la llegada al Gobierno de Zapatero se han sucedido inolvidables episodios de reactivación de la memoria revanchista. A este obsceno revulsivo de las conciencias ancladas en el gerracivilismo se le aplica en Andalucía la “extensión” de Memoria Democrática.
La adicción al discurso políticamente correcto ha dirimido en una suerte de dirigentes juntapalabras que, lejos de solucionar problemas, utilizan vocablos “sagrados” como enseña de su incapacidad para normalizar, sosegar, civilizar y progresar. Al contrario; buscan, hurgan y reactivan argumentos de confrontación que remuevan las conciencias asignando roles periclitados que se asimilan con la represión, dictadura, desgracia, penuria, ruina, pobreza… o sea, la derecha ideológica. “Hay que mantener la tensión” (Iñaki a ZP), y qué mejor tensión que la que nace de la visceral venganza revanchista.
A la izquierda reaccionaria le seduce la estética como antídoto de una ética atormentada por un sedimento de permanente contradicción. El comunismo (fascismo de izquierda) ha jalonado la historia de incontables crímenes, penuria, indigencia cultural y exaltada revancha. Ahí están, venerados y presentes, los vestigios que recuerdan las salvajes dictaduras de Lenin y Stalin. También, y no como mastodónticos mausoleos, mantienen la llama viva de discursos incendiarios los dirigentes bolivarianos, cubanos, norcoreanos… reducto de pretendida revolución social que se define por represión, pensamiento único e insoportable indigencia.
No es cuestión de extender la rememoración de dictaduras fascistas. La más humilde acomodación intelectual es refractaria a la comparación de si eran mejores los dictadores de una u otra ideología. Sin embargo, la Memoria “revanchista” Democrática se coloca a la misma altura del dictador, Francisco Franco, que sólo interpretó la historia desde el punto de vista de los vencedores de una guerra incivil y odiosa. Por eso, pretender reescribir la historia a golpe de proyectos de ley que restituyan la “serenidad” a los oprimidos por el franquismo conseguirá todo lo contrario: reactivación de lamentables episodios; no obstante, superados con el paso del tiempo y la dosis de racionalidad para insertar sucesos inherentes a un tiempo y unas circunstancias, que hay que recordar, pero para no repetir ni incidir con reiterado sectarismo en la herida.
La selectiva evolución animal otorga al ser humano una fascinante diferenciación que, desde los albores de la civilización, consiste en la adecuada despedida de nuestros seres queridos a los que amamos, recordamos y otorgamos trascendencia, bien sea en la permanencia en el recuerdo de los vivos o en el más allá. De ahí que -por pura humanidad- la Ley ya prevé otorgar la necesaria dignidad a los muertos, sean los que fueren, arrojados a la muerte en el paredón, cunetas, fosas y pozos de cal viva. Una iniciativa aceptada (Transición) y aceptable no puede dirimir en sesgo sectario como falsa ampliación de derechos que pretenden resucitar la ignominiosa confrontación.
La Guerra Civil ya trajo bastantes penurias como para dejar de ser referente de nada edificante. Los dirigentes andaluces han tenido tiempo (32 años) para restañar las heridas y salir del pozo (comunidad de las más atrasadas de la Unión). La demostrada inutilidad no puede adjudicarse a la herencia del franquismo, pero es el recurso del fracaso y del “tonto contemporáneo”.
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