El padre de la Reina de las Fiestas del Cabo de Gata

“El acto fue muy emotivo. El alcalde de la barriada, Amós Jurado, fue quien impuso la diadema”

Emilio Ruiz
22:50 • 23 mar. 2014

El viernes 13 de agosto de 1976, a las dos de la tarde, en un Mystere de Aviación Civil, llegaba al aeropuerto de Almería Adolfo Suárez procedente de Madrid. No llegaba al aeródromo de El Alquián un político cualquiera. Acababa de pisar suelo almeriense quien acababa de estrenar el cargo de presidente del Gobierno de España, el primer Gobierno de la recién nacida democracia. Le esperaban, además de las autoridades locales con el gobernador Roberto García Calvo al frente, su esposa, Amparo Illana, y unas amigas de la familia: la viuda del exsecretario general del Movimiento Fernando Herrero Tejedor y la esposa de Fernando Alcón, presidente de la Cámara de Comercio de Ávila.


Nada más aterrizar, el presidente, su esposa y las dos amigas subieron a un coche oficial camino del cortijo “Las Norias”, situado en el Cabo de Gata, propiedad de Entursa, la Empresa Nacional de Turismo, donde los Suárez y sus amigos disfrutaban de una vacaciones veraniegas. Les esperaba una tarde-noche festiva: su hija María Amparo –Mariam, familiarmente- había sido elegida Reina de las Fiestas del Cabo de Gata, y el presidente no quería perderse el acto de coronación.


Mariam era una chica espabilada. Y muy bonita. Se decía entonces que era el ojito derecho de su padre, tal vez porque era la primogénita. Tenía 14 añitos y, tras las vacaciones, iba a empezar el 8º de EGB. El acto se celebró “en un ambiente de alegría y animación”, como decía al día siguiente la prensa local. No creían los cabogateros que el padre de la joven, un señor tan importante, iba a asistir al acto. Se equivocaron. Poco antes de las diez de la noche, allí estaba con ellos el presidente del Gobierno.




El acto fue muy emotivo. El alcalde de la barriada, Amós Jurado, fue quien impuso la diadema y las bandas, no sólo a la Reina, sino también a sus damas de honor, María Ángeles Montes Ávarez y Ángeles María Rodríguez Segura. Seguidamente, Adolfo Suárez Illana, su primo Eduardo Sánchez Illana y Carlos Herrero Tejedor entregaron a las señoritas sendos ramos de flores. Suárez y su esposa se fotografiaron junto a las agraciadas.


Tras el acto oficial, la fiesta se prolongó hasta altas horas de la madrugada. El restaurante “Mediterráneo” se convirtió en una improvisada sala de fiestas. La familia Suárez y sus amigos incluso se dieron un paseo por las calles del Cabo, “recibiendo –según decía La Voz de Almería al día siguiente- calurosas manifestaciones de cariño por parte del vecindario, a las que correspondieron con la sencillez y simpatía que viene siendo habitual en ellos”.




El jueves 19 de agosto Adolfo Suárez regresó a Madrid, no así su familia, que continuó en Almería disfrutando de las playas del Cabo. Y dedicándose “a nadar y a montar en moto, una de mis diversiones preferidas”, como diría Mariam. Poco antes de la vuelta tuvo unas palabras de consuelo para el padre del joven Francisco Javier Verdejo, muerto por los disparos de un guardia civil al que ‘se le disparó’ el arma cuando reclamaba “Pan, Trabajo y Libertad”. 


Almería y el Cabo pudieron disfrutar de esta forma de quien más tarde destacaría como el más cercano y popular presidente de la democracia. Nadie podía imaginar entonces el triste devenir de algunos protagonistas de aquella noche. “Una familia tocada por la enfermedad”, ha titulado algún periódico. 




Amparo Illana se fue en 2001 con 66 años. Miriam, dos años más tarde, con 43. El carismátic


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