Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras; y, añado, hay algunas fotografías que “retratan” fielmente a los personajes. La foto de los depredadores de crustáceos y lamelibranquios es un editorial per se. Ahora, cuando pasó el tiempo y las heridas de la crisis, lejos de cicatrizar, han ulcerado una lacerante ruina para un pueblo que trata de restablecer la normalidad que pudo ser una constante estable y pujante, a no ser por una trama saqueadora que se cebó en la generosidad de un pueblo con gente trabajadora, sencilla y entregada a la presunta confianza que transmitían unos gobernantes y administradores que se consideraron irreductibles e irremplazables desde las reiteradas mayorías que lograron cosechar y, lamentablemente, interpretaron ese refrendo popular como patente para granjearse licencias ilícitas hasta límites histriónicos; no ya por el exceso dinerario, sino por la exacerbación del nouveau cateto que se apresura a emular ídolos de culto, pero con escaso acierto en el estilo y recato que impone una acendrada y exquisita educación; o sea, todo lo contrario a estos exhibidores de “taco” y tarjetazo. Desconozco si, en ámbito muy cercano, hubo fiel información acerca de la excursión de ocho tíos (¡solos!) por las riberas del Loira y Sena para, un día embaularse una montaña de decápodos y bivalvos; otro, una tabla de quesos y foie; otro, un menú degustación; otro, un gastro-festival a bordo de un yate en el Sena… sin olvidar les château; los de piedra y los embotellados: Latour, Lafite…
No me imagino a uno de los “ocho magníficos” reportando telefónicamente desde la solitaria habitación doble de un cinco estrellas: “Cari, no te puedes hacer una idea, estos franchutes sólo nos dan baguettes y croisanes. La reunión de trabajo ha sido extenuante, pero los resultados merecen el esfuerzo que estoy haciendo. ¡No sabes cómo echo de menos tus acelgas esparragás! En fin, mañana te llamo. Au revoir.”
Lo peor de esta historia es la “maldita foto”. Esa foto no sólo descubre la infame trama de tragaldabas a costa de los contribuyentes. Esa foto es sospechosa en su día de excusas ingeniosas que, ahora, se habrán tornado en miradas atravesadas e iracundas. Y es lógico, porque ¿qué hacen ocho tíos de auto-homenaje por lo más Premium de Francia?
Evidentemente, estas premiaciones suelen ser extensivas al acompañante, especialmente cuando se trata de un amplio programa de deleite sensorial. Ahora, salvo error u omisión, sabemos que la trama tenía un comportamiento social corporativo, al margen del enriquecimiento personal. No hay nada mejor que unos ejercicios “espirituosos” (armagnac, bordeaux, cognac…) para celebrar el éxito y sublimar la codicia inextinguible.
Lo que más lamento es que ya encabezamos el ranking de la indeclinable persuasión de las mariscadas. Ayer era Rodrigo Torrijos (exteniente alcalde de Sevilla por IU-CA) que, de las barricadas, pasó a las mariscadas. Y es que la fascinación por los excesos no conoce de ideologías, religión o ética. Todo se genera con una tentación; el resto lo hace el caudillaje paternalista como modelo de servicio. Y allá donde haya aspirantes a salvapatrias siempre habrá un mercenario que lleve a la ruina al salvador, y a la “patria”.
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