En el año del Señor de 1938, víspera de la noche de Hallowen, al genial Orson Welles no se le ocurrió otra cosa que interpretar en la radio un extracto de la novela “ La guerra de los mundos” de Herbet George Wells. Las crónicas dicen que cundió el pánico entre millones de oyentes por creer que los marcianos habían desembarcado en Norteamérica. Se trataba pues de un ajuste de cuentas contra los humanos protagonizada por unos seres superiores en ciencia y tecnología. A lo largo de la novela se habla de unas naves en forma de tubo de donde salían unos individuos altísimos con patas mecánicas y provistos de un rayo calórico que lo incendiaba todo a su paso. Camino de Londres cundió el terror entre las viviendas de los pastos comunales. Las autoridades no sabían cómo hacerle frente a aquello invasores inéditos.. En fin, todo se desvaneció cuando se supo que todo emanaba de una fantasía. No hubo marcianos ni guerra de los mundos. Un género nuevo se abría paso: la ciencia ficción. En las campañas electorales se produce algo muy semejante, la llamamos política ficción. Para empezar vean con qué diligencia se constituye la oficina de comunicación y marketing en todos los partidos contendientes. Dicha oficina no tiene más misión que buscar las frases que mejor pueden arrancar el voto a los posibles electores. Por lo tanto hay que ensalzar lo bueno, aunque sea mentira ,y callar lo malo aunque esté demasiado a la vista. Es una técnica de doble hélice por eso a veces utilizan nombres polisémicos con significados ambiguos y vaporosos. Por ejemplo, dígase del futuro o el pasado bajo la onda de que no podemos volver atrás. Luego resulta que los partidos no hablan desde la realidad sino desde la ideología, y no deja de ser cómico que los conservadores hablen de progresismo mientras los progresistas intentan conservar lo ya conseguido desde hace treinta años. En fin, pidamos a los dioses que nos conserven la cabeza clara para saber lo que votamos.
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