Recuerdo con orgullo aquellos festejos que prepararon nuestra entrada en Europa. Después de no sé cuántos años de franquismo, con el señor Ullastres mendigando a la puerta del esperar sin demasiada esperanza, vimos que el acceso era posible. Franco había muerto y la democracia era una niña, pero, al fin se hizo la luz. No fue fácil, a pesar de todo. A lo largo de nuestra historia, los españoles nos habíamos pasado media vida tirando peñascazos contra cualquier a que viniera de fuera predicando la Ilustración y la Modernidad. No me digan que no fue una gozada saberse de la noche a la mañana copaisanos de Mozart, o Galileo abandonando de una vez la marca del botijo y boina que nos asociaba mejor a los pueblos del desierto . También es verdad que para ese tiempo ya habíamos recibido mucho turismo, nuestros jóvenes habían viajado por todo el mundo, y en nuestras costumbres sociales ya no gritábamos como cafres , empezábamos a ser moderados hasta con elegancia. En una palabra: nos sentíamos más europeos y cosmopolitas que una plaza de Bruselas. ¿Qué ha pasado para que ciertos partidos comiencen a dudar de nuestra entrada con alguna nostalgia de la España insular y carpovetónica? Hasta aquí en Aguadulce se ven ahora niños haciendo entrevistas, mandadas seguramente por sus maestros, que preguntan si no sería mejor volver a la peseta? ¿ Qué está pasando, oiga? ¿Habremos retrocedido de nuevo a la Europa del carbón? Eso parece al menos oyendo hablar a los altos burócratas. Sé que estamos en crisis y que la cultura del pensamiento racional parece un lujo en tiempos de recortes, pero si Europa la reducimos a la prima de riesgo vamos a tener que darle la razón a los populismos emergentes. ¿ Lo ven? En cualquier sitio, salta la libre, A un hombre tan culto y viajado como Cañete tiene su partido que protegerlo de los medios informativos por el peligro de que desbarre como un patán. ¿Qué pensarán de este hombre al otro lado del Pirineo? Parece como si en vez de Cañete hubieran puesto de candidato a comisario a un Fabra o un Baltar. Mucho cuidado con Europa que ahí nos hacen chistes. También ahí saben lo mucho que costó curarse del fanatismo y la intolerancia.
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