Lobbies reales y democracias consolidadas

Las democracias consolidadas limitan el número de mandatos de sus gobernantes. Un poder continuado en el tiempo acaba convirtiéndose en una corte putrefacta, aunque se respeten l

Diego Cervantes
01:00 • 08 jun. 2014

Las democracias consolidadas limitan el número de mandatos de sus gobernantes. Un poder continuado en el tiempo acaba convirtiéndose en una corte putrefacta, aunque se respeten las formas. La influencia de los intereses , ejercida como “lobbies”, es tan fuerte hoy como lo fue en las cortes medievales. Se trata de algo de suma importancia para las democracias como lo demuestra la lectura del último informe de Transparencia Internacional, «Dinero, Política y Poder: Un riesgo de corrupción en Europa»


En España, las jefaturas del Estado vienen durando cuarenta años sin posibilidad de ser corregidas por la elección ciudadana. El franquismo en ese tiempo impuso un Régimen donde las clases dominantes se reprodujeron con comodidad venerando al Generalísimo. Luego se realizó la transición bajo la amenaza de las armas. La democracia era inevitable y sólo el acuerdo político de todas las fuerzas democráticas  consiguió que el número de muertos no fuera mayor. 


 




Nueva Constitución La nueva Constitución, con avances sociales relevantes ha sido pervertida por los gobiernos sucesivos y hoy ha recibido desde la Troika el aldabonazo final. 


Puesto en cuestión el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, y descubierta las corrupciones de la monarquía, la Carta Magna quedó malherida. Las nuevas generaciones comparan esta democracia con un Régimen. 




 


Bipartidismo Un bipartidismo, un monarca y unos lobbies empresariales han permanecido en el poder el mismo tiempo que el franquismo, 39 años. Un monarca al que se apreciaba por entender que la vuelta atrás era imposible, fue mostrando poco a poco su cara más corrupta. 




En la primera fase de ese periodo, Felipe González convirtió el socialismo español en una caricatura liberal dedicado a consolidar el sistema capitalista, y después, la alternancia con un partido de la derecha, endureció la política antisocial. 


En ambos casos, han acabado PP y PSOE convirtiendo al Estado en un mar de corrupciones.  


Este sistema se resiste a perecer frente a las revueltas ciudadanas y sus gestores han acordado que “todo cambie para que todo siga igual”. Un nuevo monarca durante varias décadas acabará rodeado de su camarilla influyente, con el apoyo de dos partidos cuyos dirigentes se necesitan entre si. 


Quieren reformar la Constitución a su favor. Les basta con permitir que gobierne la lista mas votada para que continúe la alternancia, y pactar con la derecha catalana y vasca que hoy, como siempre, utilizan la abstención como moneda de cambio. 


Mientras tanto la oligarquía económica seguiría mandando para sus propios intereses mientras el pueblo sufre el paro y la miseria entre rebeliones y protestas. Frente a este cambio constituyente se presenta una alternativa, de una forma un tanto voluntarista pero coherente, la izquierda pide una Republica, con presidente elegido cada cuatro años y un cambio de ley electoral con una participación ciudadana que evite el Régimen que intentan imponer estos desalmados.  La izquierda ya ha presentado sus credenciales pero se necesita una mayoría de tres quintos en las Cortes para modificar la Constitución. Las bases del PSOE: ¿de qué lado están? Su voto es decisivo.



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