El discurso de cierre del nuevo líder socialista, en el congreso del pasado fin de semana, despeja todas las dudas sobre la orientación política e ideológica del PSOE pilotado a partir de ahora por el madrileño Pedro Sánchez. Estuvo cargado de realismo sin olvidar las señas de identidad de un partido centenario y comprometido con la clase trabajadora.
He ahí una novedad relevante, al menos en lo expresivo. Me refiero a la mención de la “clase trabajadora” junto a la “clase media” en la misma tacada verbal. Es una pista segura sobre la vocación centrista del socialismo democrático español, aquí y ahora, justo cuando se hacían cábalas sobre un eventual corrimiento hacia la izquierda que habría sido forzado por la irrupción de grupos radicales dispuestos a comerle el espacio político al PSOE.
La reacción de Sánchez no difiere mucho de la de Rubalcaba cuando, en su día, recién llegado a la secretaría general del PSOE, también parecía impulsado por las bases del partido a recuperar los perfiles izquierdistas borrados con las políticas sumisas de Zapatero a los dictados de Bruselas (mayo de 2010). Entonces Rubalcaba solía comentar en la distancia corta que no tenía sentido hacer el giro a la izquierda porque antes o después estaría obligado a hacer el camino de vuelta hacia el centro, que es donde se ganan las elecciones. Es la lección que parece haber aprendido su sucesor, si nos atenemos a la letra y el espíritu de su discurso ante el congreso extraordinario del pasado fin de semana.
Palabras como “cambio” y “progreso”, sonaron en su boca como vienen sonando en la boca de Manuel Valls, primer ministro francés, o el también socialista premier italiano, Matteo Renzi. Y en esa clave “reformista” y “modernizadora” se refirió de nuevo a la necesidad de afrontar “una segunda transición económica” que devuelva a la clase trabajadora y a las clases medias de este país, las más castigadas por la crisis económica, la perdida sensación de vivir y trabajar en una España más justa.
Sánchez insiste en la reforma de la Constitución en clave federal como forma de afrontar el encaje de Cataluña en España, mientras el presidente solo apuesta por el cumplimiento de la legalidad y no considera oportuno acometer esa reforma. Asunto diferente es la forma de aplicar esa coincidencia básica.
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