Una vez más asistimos a la ceremonia de la confusión con la reiterada, embarullada y sectaria interpretación de los Presupuestos Generales del Estado. Da igual qué gobierno presente los presupuestos; ahí le espera la oposición para interpretar la aritmética con su particular “geometría variable”. Dos y dos dejan de ser cuatro, y de nada vale publicar en el BOE, celebrar convenios, ratificar compromisos… No cumplen su palabra ni respetan su firma.
Los gobiernos, todos, son cicateros en la reversión a los ciudadanos de los impuestos previamente recaudados, y no hablemos de los que, de paso, meten la mano. Son contadísimas las ocasiones -si alguna vez hubo alguna- en las que se cumplan las inversiones prometidas y el compromiso de plazo. Pero resulta tremendamente insultante que los desmanes ocasionados por gobiernos que ahora son oposición se rescaten para argumentar contra el gobierno de turno.
Los tramos del “AVE” en Almería (Tren de Altas Prestaciones, que no AVE) se construyeron a sabiendas de que no llegaban a ningún sitio y con dilatadas expectativas de conectividad con la vecina Murcia. Hacer unos túneles en medio de la nada fue la salida del Gobierno de Zapatero ante unas inminentes elecciones. Se actuó con la certeza de una inversión/gasto que alegrara las páginas de los periódicos con fotografías panorámicas de embaucadores que posaban ante el demoledor avance de la tuneladora que abría un inmenso agujero; y eso nos ha quedado, un agujero que otros hubieron de pagar, y taparlo hasta mejor ocasión.
Es cierto que las obras se programan según criterios. El problema aparece cuando los intereses políticos preponderan sobre los criterios técnicos. Paradigma de esta situación es el dineral derrochado en el infame Plan E y la derogación del Plan Hidrológico Nacional.
Nunca seremos capaces de evaluar el daño que nos ha infringido el gobierno socialista con las penalidades conocidas para conseguir las autovías. Ya ha pasado un tiempo razonable, pero es incalculable la cantidad de oportunidades perdidas con una pujante agricultura que tenía que exportar a Europa a través del Puente de Rioja; y, aún así, Almería logró “salvar los muebles” del insultante PIB de Andalucía. Y como “premio” la Junta dotó de diez años de retraso en la A-92 para continuar ralentizando y obstruyendo el desarrollo de una provincia que no puede con más humillaciones. Almería es, sin duda, la provincia con mayor “peso histórico” en los Presupuestos de la Junta de Andalucía: Rambla, Cable Inglés, Liceo… sin olvidar los mesozoicos PERI de la Chanca o San Cristóbal, y mención especial merece la restauración de Plaza Vieja y Ayuntamiento. La Junta acaba de aprobar una inversión de 1,33 millones de euros para la Primera Fase de la restauración del Palacio Municipal de Linares. Se trata de un edificio coetáneo al Ayuntamiento de Almería, pero, en nuestro caso, llevamos diez años con un convenio sistemáticamente incumplido por la Junta. En el caso del Ayuntamiento de Linares (PSOE) no ha existido conflicto ni confrontación; sencillamente la Junta desprecia e incumple con el Ayuntamiento de Almería, cuyo edificio está en inminente desplome, y se apresta a dar lustre en municipios donde le sonríe las encuestas: todo un ejercicio de electoralismo a beneficio sectario.
No creer en los presupuestos es la consecuencia de la pérdida de credibilidad de quienes los presentan. Por tanto, es razonable, por inexorable experiencia, desconfiar de los presupuestos.
La mayor esperanza de quien elabora un presupuesto radica en la pérdida de memoria de los ciudadanos: No hay mejor presupuesto que cuando se da por supuesto el olvido de los clamorosos incumplimientos anteriores.
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