Hace unos cinco años, marqué por confusión un número de móvil que no había borrado del archivo, era el de Marcelo Rojas un amigo que llevaba un año muerto. ¡Diga, Diga! Era su voz no tenía ninguna duda, pero algo menos cascada. Pregunté cómo podía hablar si había muerto y él me dijo que sí lo estaba, pero que lo muertos que van al cielo pueden hablar . Yo confesé mi nostalgia por su ausencia y pregunté al difunto: sí era posible que pudiéramos volver a vernos. Dijo que sí, pero antes tenía que hablar con la Chula, pues solo ella sabe la forma de hacerlo.
La Chula, es una mulata trigueña de ojos amarillos que embrujo a mi amigo en una plaza de la Habana Vieja, mientras cantaba boleros para turistas del sexo que intentaban manosearla y restregar los billetes por sus nalgas de diosa del trópico. La Chula ya estaba avisada, sacó una flauta de marfil con solo tres agujeros, tocó una melodía, para que la aprendiera y me aseguró que si pensaba en Marcelo como en alguien que quieres iría a su encuentro. Guardé la flauta y de vuelta a mi casa la toqué, la primera vez falló una nota, no pasó nada. La segunda mi cuerpo era un globo que se hinchaba y ascendía sin cesar, hasta los pasajeros de un avión saludaron al verme pasar y les devolví el saludo. Después llegó el sueño de la inconsciencia, cuando desperté Marcelo Rojas susurraba al oído, era una voz sin cuerpo, una luz cegadora en la que estaba él , hablamos durante días o quizás fueran años, paseábamos entre nubes de todas las formas y colores imposibles.
Así que cuando Pablo Iglesias, dijo en la asamblea de Podemos que el cielo se toma por asalto y no por consenso, no lo llegue a entender, levanté mi mano para decir que no estaba de acuerdo y que yo iba al cielo cada vez que quería. Todos se me quedaron mirando, queriendo averiguar cómo era posible, conté esta historia de Marcelo, La Chula y yo. Al terminar algunos proponían una expulsión sumaria, otros que formara un círculo podemos de hombres globos celestiales y los que iban de sensatos que visitará al psiquiatra. Alguien tocó a la puerta la noche del lunes, llevaba unas gafas de cristales amarillos y una gorra de béisbol, pero sabía que era él y que vendría a buscarme ¿Usted es el que puede ir al cielo cada vez que lo desee? Si yo soy. ¿Y tú eres quien habla de asaltar el cielo?
Sólo es una metáfora, una frase de retórica revolucionaria buena para los tiempos que corren. Saqué la flauta de un cofrecito que tenía sobre la mesa le enseñé las notas que debía dar y ascendimos al reino de los cielos, perdón a la república celestial.
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