No hace tanto tiempo que el Día de los Todos los Santos, tocaban las campanas a muerto desde que atardecía hasta el amanecer, invocando las almas de los mártires que alcanzaron la santidad con su sacrificio y para la resurrección de los cuerpos de los hombres comunes. El recogimiento y la visita a los difuntos era favorecida por las largas, frías y lúgubres noches de Noviembre, un mes añadido a nuestros interminables veranos por imperativo climático más que por una pasajera locura estacional.
Hoy es la celebración es el terror, el miedo o incluso salir de zombi sexi o vampiro salido, otros ingenios entre la sexualidad más explícita y grosera. Siempre omnipresente los océanos de sangre con los que Holywood ha inundado las pantallas, llevándonos desde un primer espasmo asustado a la indiferencia ante el exceso de muertes gratuitas. Pasar de poner flores sobre las tumbas ha comprar una careta de Frankenstein, made in China, es de alguna forma una revolución social, tan fácil, como que Podemos al día 2 de Noviembre del 2014 sea la primera fuerza política y ganadora de las elecciones sí es que estas se celebraran mañana. Es aún mas sencillo si se analiza como la clase, la casta, los gremios políticos que ha llevado las riendas de este país desde los años ochenta han escrito su epitafio, un epitafio sin honor, con una sola palabra grabada a fuego: corrupción. No es que estemos ante hombres públicos que suspende con un muy deficiente a los ojos de los ciudadanos, es que éstos ya piensan que su tiempo ha terminado. Es un final deshonroso, pero no inmerecido, la falta de interés en atajar con eficiencia los cauces por los que se desenvuelven a su anchas las sanguijuelas y usurpadores de lo público, para su conversión en un beneficio privado, ha empantanado a los dos grandes partidos y ha convertido su crédito en sospecha y la experiencia en el ejercicio del poder, un lastre y no una distinción. Es una obviedad que los resultados de esta encuesta responden más a un estado de ánimo de la sociedad, que al acto material de depositar un voto en la urna, pero todos los políticos saben que para ganar hay que ilusionar y la ilusión es algo raro, semejante a la energía ni se crea ni se destruye solo se transforma: de Todos los Santos a Halloween y de Rajoy a Pablo Iglesias, quien da más. Es verdad que los vientos de la historia soplan en la dirección más inesperada, pero esta tempestad en el universo político español no sólo lo descompone a él, también a los intereses que han servido y sobre ellos todavía no tenemos un epitafio ni una tumba sobre la que bailar.
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