Todo lo que adelante aquí no debe pasar de ser una hipótesis de trabajo sin ánimo de sentar cátedra. Parto de un principio y es que cuando la izquierda sube al poder es que la derecha entra en contradicción perdiendo credibilidad entre sus votantes. En los ochenta la ascensión de Felipe González se produjo por la descomposición de UCD, por el ansia incontenible de gobernar de Fraga y por el intento de Golpe de Estado promovido por unos fanáticos que querían perpetuar el franquismo después de cuarenta años de dictadura. En este contexto Felipe aparece como el salvador. Bien es cierto que previamente tuvo que renunciar al marxismo, (el gran dinero es siempre cobarde), y sobre todo porque la moderación agradaba a la CIA que no quiso que la experiencia de Allende en Chile volviera a repetirse. Hoy estamos ante un contexto diferente. Los reiterados anuncios del PP de salir de la crisis no convencen a las clases medias trabajadoras. Hay un lodazal de corrupción que pudre cualquier atisbo de honradez y trasparencia. Por otro lado, Rajoy anda bastante liado contra el proceso soberanista de Cataluña y se oyen síntomas de que va para largo. En la izquierda clásica, IU no crece en votos a pesar de la crisis del bipartidismo. Cayo Lara se retira y dice que su partido no va a perder dignidad ni se dejará humillar “con pactos sobre humo”. La frase parece un arcabuzazo a Podemos, el partido incógnita en este momento. Es cierto que está creciendo en afiliados entusiastas cada día que pasa, pero también es verdad que carece de infraestructuras para gobernar España. A pocos meses de su nacimiento, la ingente tarea de ajustar programas, entrar en ayuntamientos, cambiar el país se les nota demasiado. Por algo el mismo Pablo Iglesias duda de si presentarse a las municipales. Hay mucho trabajo por hacer en un partido de nueva planta. Quien sí me parece que puede gobernar es el PSOE si las cabezas de huevo de Génova 4 no se inventan otro Zapatero con cara de Lucifer del siglo. De hecho, ya tienden a identificar a Pedro Sánchez como la copia terrorífica de el de León. Sin embargo, el modelo auténtico es Felipe el hombre que modernizó el país y nos metió sin avergonzarse en el Mercado Común.
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