Podemos hablar de burbuja universitaria

Les supongo a ustedes lo suficientemente al tanto del escandalito del flamante edecán del Caudillo de la Coleta como para abundar ahora en las bienvenidas a la casta, la chufla y los cachondeítos varios sobre el morro del mozalbete. Cobrar por algo que no haces es siempre impresentable, pero mucho más si lo haces mientras te vendes como azote de corruptos y gandules. Pero tal como uno lo ve, lo relevante del caso no es tanto que el zagal dedicara su tiempo a pontificar sobre la necesidad de barrer la golfería mientras cobraba un buen sueldo por incumplir los términos de una beca universitaria cortada y cosida a su medida, como el retrato que nos queda de la Universidad española en general y andaluza en particular. Aquí se ha hablado mucho de la burbuja inmobiliaria o de la burbuja bancaria, pero nadie parece interesado en acercase a la burbuja universitaria que engloba todo un ecosistema de chanchullos, padrinazgos y cadenas de favores inconfesables para el sostenimiento vital de unas cúpulas universitarias ligadas a partidos políticos, con las mismas dependencias y objetivos que llenaron los consejos de administración de las cajas de ahorros de concejales y militantes. Hay que destacar que la beca del tío jeta provenía de un convenio de investigación entre la Consejería de Fomento (IU) de la Junta de Andalucía y la Universidad de Málaga, para un proyecto que “casualmente” dirigía otro miembro de ese nuevo partido investido de presunto poder detergente. El caso es que el golfo cobraba sin pisar la universidad para desarrollar una apasionante -y por lo visto necesaria- labor que se explicaba bajo el epígrafe de “Diagnóstico, análisis y propuestas de políticas públicas para la desmercantilización de la vivienda.” Y a vivir que son dos días. Y luego hay quien se extraña de que ninguna universidad pública española figure entre las más relevantes, prestigiosas e influyentes del mundo.