Memoria, huesos y metáforas

Supongo que ya saben que las tareas de excavación que dirigían en el cementerio de Almería los arqueólogos encargados por Izquierda Unida a través de la Dirección General de la Junta de Andalucía para la Memoria Democrática (antes Histórica), no han encontrado lo que buscaban. Es decir, que no han hallado los restos de personas fusiladas en la posguerra por cuestionables crímenes políticos, aunque sí se han tropezado con el esqueleto de un desconocido enterrado de mala manera en los años sesenta, treinta años después de finalizada la guerra de sus obsesiones. Diré, de entrada, que no puedo (nadie debe) tener nada en contra de la legítima voluntad de que una familia quiera conocer el paradero de su abuelo o bisabuelo, asesinado o ejecutado y desaparecido en unos años en los que España fue solar y escenario de innumerables injusticias y múltiples tragedias. Lo que sí quiero decir es que amparados en ese elemental y justo deseo de reparación, hay quienes están aprovechando para hacer política intentando reproducir los viejos clichés de buenos y malos, y agitando sectariamente las diferentes tragedias personales para hacer didáctica de partido en las cunetas. Recuerden ahora toda la apabullante seguridad con la que desde la Junta de Andalucía se anunciaban no sólo las ubicaciones, sino hasta los nombres de las víctimas que iban a encontrar en el cementerio de Almería. Bueno, pues nada de nada. Otra operación de búsqueda (recuerden también el costoso y baldío despliegue subterráneo tras los restos del poeta Lorca dirigido por un prestigioso vendelibros) saldada con el silencio de los que ya tenían preparado todo el despliegue de memoria enfrentada y extrapolaciones partidistas una vez confirmados e identificados los restos. Una vez más los amigos de la memoria conveniente han pinchado en hueso. Pero en huesos inesperados. Huesos que no merecerán ni atención, ni respeto, ni memoria, ni dignidad, ni nada. Buscaban un argumento, pero han desenterrado una metáfora.