Emilia es la canción

Domingo Nicolás
01:00 • 16 dic. 2014

Ángel García López (Rota, Cádiz 1935) celebra este año 2014 el cincuenta y un aniversario de la aparición de su primer libro, Emilia es la Canción, obra que hoy mismo, en esta fecha, cobra un especial significado, porque Emilia, ‘al parecer’, nos ha dejado esta mañana. Yo conocí a esta deliciosa criatura en agosto de 1990, cuando Volver a Uleila: ...Días felices, de homenajes y encuentros con otros poetas así mismo excelentes, de la tierra, de comunes raíces... Y digo que, –al parecer– ‘caliente todavía y dormida para siempre’, nos dejó esta mañana, porque es sabido que Ángel García López, –Premio Nacional de Literatura, Premio de la Crítica...–, con Emilia es la Canción, de partida, ya se integra en la promoción poética del 60 y, como tal, participa de la relevancia dada a la palabra en la composición del poema tanto en lo relativo a su alcance estético como a su dimensión ética. “Ángel, partícipe de una religión de lenguaje, verbaliza la experiencia vital, la conciencia del paso del tiempo, la comunión con el paisaje, el sentimiento amoroso, los recuerdos de infancia, la identidad y la memoria colectivas, la condición humana y la deuda con la tradición literaria entre otros asuntos.” Sí, es algo que se revela más admirable, cuanto más se profundiza en ello. 


Cuando toco tu mano


(De Emilia es la Canción) 




Cuando toco tu mano siento el río/ de las madres, el agua y sus veneros,/ la siembra por hacer y los aperos/ de mi labranza muerta en calofrío./ Cuando toco tu piel, todo el rocío,/ la madre tierra, campa por sus fueros,/ y en mi sangre los altos aguaceros/ domeñan sus furores al estío./ Porque al tocar los surcos de tu mano/ siento una voz que llama a la faena/ desde la tierra virgen del cortijo. /De hacer feraz la tierra de secano/ talando por el tallo la azucena/ que adornará la cuna de mi hijo./ 


Recorrer de nuevo la esperanza en el deseo de razonar un proceso de orígenes y raíces, de fondear nuestro pasado y, siendo así, a través de la polvorienta oportunidad de la distancia, descansar en la certidumbre de que todo sigue siendo, porque estaba previsto que teníamos que volver, y escrito que equivalía a recorrer de nuevo la esperanza.






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