Cuando los peregrinos iban hasta Jerusalén y estaban un poco fatigados, solían entonar los llamados “cánticos graduales”, conocidos también como “cantos de las subidas”, que del mismo modo eran interpretados cuando se ascendía por las escaleras de los templos. Entre los más conocidos figura el Salmo 120, ese que dice “Levanto mis ojos a los montes, de dónde me vendrá el auxilio”, etcétera. Disculpen la chapa litúrgica, pero creo que algo de eso le está pasando a la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que vive en la tribulación de la tiesura financiera y ha levantado los ojos y se ha tropezado con un tal Juncker. “Coño, como mi calentador”, se habrá dicho ella. Así que ha puesto a trabajar a sus asesores, que le han preparado unas frases sobre el plan del presiente de la Comisión Europea de esas que quedan siempre bien ante unos micrófonos y con unas banderas de fondo. De hecho, la presienta Díaz ya ha reclamado “lealtad, sensibilidad y compromiso al Gobierno central para que Andalucía aproveche la oportunidad” que supone el Plan Juncker y que de ese modo descargue en Bruselas todos los proyectos y promesas hechas desde Sevilla a Almería y que han sido sistemáticamente incumplidas. Ella lo podrá decir como quiera, pero la realidad es que la Junta de Andalucía deja en manos de la Unión Europea el cumplimiento de todos sus proyectos infraestructurales en Almería. Entiendo que el viaje de Sevilla a Almería no es tan penoso como el de los antiguos peregrinos, pero seguro que por esa A-92, (que aquí fue A-2002) habrá tenido tiempo de levantar los ojos y pensar que si finalmente el auxilio no le llega de Europa, en donde ya conocen el destino irregular que la Junta suele dar a muchas de sus ayudas, siempre habrá un señor gallego en la Moncloa al que poder echar la culpa de todo. Al tiempo.
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