Sánchez y Díaz: juego temerario

La semana pasada, ella confirmó lo de la ambición pero negó lo de la impaciencia

Antonio Casado
23:41 • 22 dic. 2014

La estrategia política del PP andaluz, liderado por Moreno Bonilla, consiste en airear a que la presidenta de la Junta, Susana Díaz, no hace los deberes porque se pasa el día soñando con la Moncloa. Por ahí van también las malintencionadas alusiones del presidente Rajoy al supuesto protectorado de Díaz sobre el joven líder socialista, Pedro Sánchez, como si éste, que es el todo en la representación orgánica del PSOE, funcionase al dictado de una parte, la que Díaz ostenta en nombre de los socialistas andaluces (el cargo institucional es pura subrogación).


Esa estrategia del PP cuenta con la inestimable colaboración de ciertos elementos políticos y periodísticos afines al PSOE que se encargan de airear la impaciente ambición de Díaz por desplazar a Sánchez de la candidatura a la Presidencia del Gobierno. Ella lo desmintió a medias la semana pasada, cuando confirmó lo de la ambición pero negó lo de la impaciencia. A saber: "En política hay que ser sinceros. Y yo reconozco que tengo ambición por cambiar las cosas". Sin embargo: "El tren pasó y ahora no estoy en eso. Si vuelve a pasar, ya se verá".


Por su parte, el líder del PSOE, sin nombrarla, le señaló enseguida el camino de las primarias si quiere disputarle la candidatura a la Moncloa. A ella y a cualquier militante que sienta la legítima aspiración de cambiar las cosas desde el Gobierno, previo paso por unas elecciones primarias como las que Ferraz convocará el próximo mes de julio.




Con esas dos declaraciones públicas, la de Díaz y la de Sánchez, parecen haber cedido los absurdos rumores en torno al nuevo líder del PSOE vienen de rincones poco iluminados. Al menos en lo que se refiere a las aspiraciones de la presidenta andaluza y las supuestas dificultades de Sánchez para consolidarse. Es un juego temerario porque los dos dirigentes socialistas están en vísperas de que su partido y ellos mismos se examinen en las elecciones autonómicas (no andaluzas) y municipales de mayo. Nadie entendería que, en esas circunstancias, no compartieran una común sed de remontada. Ambos han barrido en las urnas internas pero ninguno de ellos ha pasado hasta ahora por las urnas, las institucionales, las que importan de verdad. Si Susana Díaz no mejora los resultados de hace cuatro años, sobre todo en grandes ciudades andaluzas, decisivas en la recuperación de las diputaciones, y si el factor Sánchez no trajese un avance de la marca socialista a escala nacional, reaparecería el síndrome PASOK, el partido socialdemócrata que en poco tiempo pasó de la centralidad a la irrelevancia.


La amenaza es lo bastante grave como para que los dos dirigentes socialistas que ostentan el mayor poder orgánico e institucional del PSOE, se distraigan en algo distinto a la férrea sindicación de sus intereses en el objetivo común de recuperar a los militantes y los votantes desalentados desde que en mayo de 2010 el entonces presidente Zapatero rompiese el pacto electoral contraído en las urnas de 2008.






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