La guerra política no se acaba nunca. Tal vez quede amortiguada un poco al encender las luces en las calles, al colocar el belén y hacer las primeras compras navideñas, pero la paz, eso que tanto soñó la humanidad desde por lo menos el imperio romano, eso no llega nunca en plenitud. Es más, el principio axiomático aconseja:” Si vis pacem, para bellum”. Así en la guerra de grandes armas como en las escaramuzas pequeñas. Los españoles tenemos que dar gracias porque desde la Constitución de 1978 las guerras fratricidas se resuelven de manera incruenta al trasladarse la línea de fuego a las meras palabras. Menos mal. Aún así, no faltan encontronazos y peleas dialécticas cuando menos. Rajoy creyó acertar al poner de portavoz de su partido a un sabio pitbull parlamentario, un diputado/perro de esos que nunca se callan y si muerden se van con el pedazo en la boca. ¿Eso es bueno para un portavoz que está obligado a dar la cara más dulce, diplomática y conciliadora del centroderecha? No lo sé, ya lo veremos con el tiempo. Acabamos de obtener la primera prueba. Al enjuiciar a Podemos coincidiendo con el gran discurso de Pablo Iglesias en Barcelona, el de Guadalajara resume así la índoble moral de los de la coleta: “Se creen que son Don Limpio pero si pasamos el algodón verán que están llenos de suciedad, de caca, vamos”. Claro que la respuesta no se ha hecho esperar utilizando precisamente la mierda como arma arrojadiza. Dice Pablo Iglesias “No hay partido político que tenga más mierda que el PP”. Hay una cosa en cualquier lucha que se llama la logística. Si tú sabes que tienes el techo de cristal y por él te pueden hacer pedazos, mejor te callas o disimulas hasta mejor ocasión. Una de las cosas que más me llaman la atención es lo duros que son los militantes del PP cuando enjuician la corrupción de los socialistas. Entre los que suelen escribir en los periódicos (me refiero a ciertos cargos del partido conservador) no pasa una semana en que no le metan mano a la Junta. Hablan y argumentan como si ellos no conocieran la corrupción, como si no la hubieran visto nunca ni en Madrid, ni en Valencia, ni en Castellón, ni en Alicante, ni en Orihuela , ni en Baleares, ni en Galicia. Algunos tienen la convicción de que la mano en la caja y el robo sistemático solo puede ser pecado de la izquierda.
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