Decía el otro día el alcalde de Almería, Luis Rogelio Rodríguez Comendador, que en las elecciones municipales del próximo mes de mayo los almerienses tendrán que elegir entre el Partido Popular y un batiburrillo de partidos coaligados. No ha gustado, al parecer, el concepto “batiburrillo” a la portavoz local del Partido Andalucista, cada vez más parecidos al pasaje aterido y hambriento del famoso avión estrellado en Los Andes (véase la película “Víven”) y en una nota de prensa ha acusado al alcalde de ser “un prepotente” (sic.) por emplear ese término para referirse al eventual multi-pacto de gobierno municipal que posibilitase un cambio de gobierno en el Ayuntamiento. Allá cada cual con sus apreciaciones, pero no conviene confundir la prepotencia (“Poder o influencia muy grande o superior al de otro”, con la precisión gramátical. De hecho, si acudimos al Diccionario Manual de la Lengua Española Vox, editado en 2007 por Larousse, veremos que la acepción de “batiburrillo” es “Mezcla confusa y desordenada de cosas que no tienen relación entre sí.” Llámenme loco, pero creo que esta definición se ajusta como un guante de cabritillo al hipotético acuerdo de gobierno que pudiera resultar de una asociación de concejales no populares entre todos los partidos, coaliciones, agrupaciones, plataformas y experimentos electorales que, junto al propio Partido Andalucista, parece que van a concurrir en las próximas elecciones municipales. Tiempo habrá en los próximos meses para hablar del tema, pero si quieren avanzar un poco más en el concepto “batiburrillo” piensen que su origen es gastronómico y proviene de los guisotes de recurso que se hacían antiguamente en momentos de necesidad, en donde todo o casi todo acababa en la misma cazuela, con independencia de su procedencia vegetal o animal. Para gustos están los colores, para los estómagos delicados el omeprazol y para los meses previos a las elecciones… pues infusiones de tila.
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