El filósofo francés Voltaire, una de las figuras claves en la Ilustración, un período de la historia europea que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y la tolerancia, acuñó una frase que siempre he tenido presente en mi forma de entender la vida: “Estoy en desacuerdo con tus ideas, pero daría gustoso mi vida por defender tu derecho a expresarlas.” Creo que no es necesario insistir en la vigencia y en la actualidad de esta cita después de los sucesos que hemos conocido recientemente en nuestro país vecino. Como Alcalde de Almería, trasladé a la Embajada Francesa en Madrid un mensaje de afecto y solidaridad en nombre de todos los almerienses, traduciendo de este modo el estupor y el rechazo que sentimos todas las personas civilizadas ante cualquier ataque a un bien tan absoluto como la vida y la libertad de expresión. En este sentido, creo que debemos aprovechar estos tristes sucesos para reforzar -aún más si cabe- nuestro convencimiento en la necesaria defensa de los rasgos fundamentales de las sociedades abiertas, democráticas y libres, frente a cualquier forma de autoritarismo, intransigencia o fundamentalismo. Con esto no estamos respaldando necesariamente una opinión concreta o un planteamiento editorial, sino la inamovible libertad de que ese pensamiento o esa opinión puedan ser difundidas sin cortapisas y sin más consecuencias que las que eventualmente puedan determinar las leyes. Los asesinos de la libertad, de la palabra y de la imagen no pueden ni merecen encontrar en nosotros más que el más firme de los rechazos y la clara determinación de no permitir jamás que nada, ni nadie, venga a imponernos un modo de entender la vida que se aleja de raíz de lo que los países del ámbito occidental hemos conseguido después de muchos siglos de civilización en un camino marcado tanto por errores como por aciertos.
Almería, provincia en donde la convivencia y la relación entre personas de diferentes razas y religiones es un hecho cotidiano, debe ser especialmente vigilante en el mantenimiento de un respeto mutuo que, sin interferir aspectos privados e íntimos de cada persona, mantenga como premisa común el respeto a los derechos humanos, a las leyes vigentes y a la búsqueda de las mejores condiciones de vida para todos. Más allá de eso, cualquier intento de hacer valer preceptos ajenos a nuestra tradición ética o jurídica no deben tener como respuesta sino la firmeza de las leyes y el rechazo de una sociedad que, por encima de cualquier otra circunstancia, quiere pensar, hablar, escribir o dibujar desde la libertad y para la libertad.
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