Los pequeños gestos hacen al ser humano. En ellos están las vocales de la urbanidad, la educación y el civismo. Escribo este artículo cuando sigue en pie el portal de Belén en casa y cuando tras dos semanas de buenismo y karaoke mundial te desayunas leyendo que el fanatismo islámico ha dado el campanazo de la barbarie al 2015 en el país que acuñó la libertad, igualdad y fraternidad. Las campanadas a medianoche, no las de Orson Welles, sino las de Canal Sur, nos atragantaron el gaznate a los almerienses, los menos andaluces si miramos desde el oeste pero los más si miramos desde el este; y se solventaron con humor, pidiendo perdón y con un video ‘repletico’ de carbón. ¡Chapeau! por la tele pública andaluza que de una cagada monumental, y tras depurar responsabilidades, se rió de sí misma.
Desde esta columna generalmente apelo al humor y a la ironía, porque creo que es la mejor manera de hacer mella y crítica en la tosca vida, para así combatir los excesos verbales, políticos, sociales o de cualquier calado en una sociedad, que debe guiarse por el respeto y la libertad: pequeños hábitos que las sociedades avanzadas en derechos y obligaciones, debemos abonar y mimar. El respeto es algo tan simple como que tu libertad termina donde empieza la mía. Que en tu casa eres tú y tus circunstancias, pero en la sociedad son las circunstancias las que conforman la primera persona del singular, el yo, y del plural, el nosotros. Que tú puedes pensar de una forma o de otra, creer en una cruz o una luna, hacer el pino con las orejas o brincar acequias, qué se yo. Pero dentro de unas reglas, derechos y libertades, que el pueblo se otorga en cartas magnas, o leyes, la verdadera Biblia o Corán de una sociedad.
Leo barbaridades en la red contra las religiones, ideas, ideologías, tras algo tan repudiable, preocupante e indignante como el atentado de París, siendo el verdadero problema los extremismos, fanatismos y la práxis dislocada llevando las mentes a precipicios. Y leí barbaridades tras algo nada transcendente como las bochornosas uvas... Si esto tuvo su perdón con gracia, lo de Charlie Hebdo no tiene perdón humano ni de Dios. Cantaban Presuntos Implicados que “No hay humor, para estos casos, para estas cosas no hay humor”. Pues en nombre del humor, y de la libertad de expresión, afortunadamente la sociedad que apela a la razón seguirá riéndose del talibán con las viñetas hoy tiznadas de sangre, del terrorista (no ha dolido más a los de ETA que los 8 apellidos vascos) o de Hitler en El gran dictador de Chaplin. En el humor reside el principio de la victoria contra la intolerancia.
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