Este país tiene de vez en cuando brotes surrealistas. A la Duquesa de Alba la declaración de Hacienda le sale a devolver. Rajoy habla de una España negra sin contar con el dinero carbón de su presunta caja B. El PSOE firma el pacto contra el terrorismo y se traga a su vez lo de la cadena perpetua. Antonio Hernando, el portavoz, dice que no habrá ya más pactos con el PP contradiciendo así a Pedro Sánchez que desea más firmas. Dentro de este confuso galimatías la noticia está en la división acongojante de la izquierda a un mes de las primeras elecciones. En el estado lastimoso que tenemos al país, (mucho paro, jóvenes en el exilio, recuperación tardona, desahucios que hacen llorar, familias con hambre, recortes en casi todo lo público) seria coyuntura propicia para el triunfo de la izquierda. Mucho me temo que no sea así. La izquierda actual, como dice Tania, es una sopa de letras. La izquierda doctrinaria, discutidora, melindrosa y tiquismiquis no sabe, no puede o no quiere aprovechar su ocasión en las urnas precisamente cuando a los escuadrones de la derecha se le abren grietas. Mientras tanto suenan voces de complacencia en las filas conservadoras. La derecha sí que sabe lo que quiere. Ama demasiado esta vida junto con la otra del cielo para dejarse perder la pasta. Ya ha echado mano del miedo aludiendo a todo lo que haya que aludir con tal que el rebaño no se distraiga de lo importante. El PSOE que hasta hoy mismo era la segunda fuerza, con posibilidades de gobernar y con fama de moderado, ha sido, según las estadísticas, sobrepasado por Podemos. Es la consecuencia sin duda de tantas dubitaciones entre las baronías. No era tiempo de preguntarse si galgos o podencos, si los líderes eran Pedro Sánchez, Carmen Chacón o Susana Díaz, sino de ir en derechura a la defensa de los intereses de la clase media que está pagando la crisis con enorme sacrificio. Esto hasta el mismo PP lo reconoce, si bien con un sentido muy distinto al echarle la culpa de la crisis capitalista mundial al propio socialismo. ¿Qué menos puede hacer la izquierda, sea cual sea su genealogía, que dejarse de exquisiteces ideológicas y unirse como si fuera un tornado frente a la corrupción de las élites, dueñas -¡todavía!- del poder político?
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