Durante una homilía dirigida a los nuevos cardenales, el Papa ha utilizado la palabra “casta” para pedir a los nuevos príncipes de la Iglesia que no se aíslen del sufrimiento humano. No creo que este hecho tenga nada que ver con el mantra vulgarizado por Podemos, pero, como quiera que el poder se comporta igualmente en todas partes, aprovechemos la doctrina. En tiempos de Jesús, la sociedad estaba también dividida en castas. Han quedado para siempre las luchas dialécticas de entre fariseos y publicanos. Cualquier niño de la doctrina sabe hoy las trampas que los doctores de la ley urdían al Maestro sobre si era lícito en el sábado sacar al buey caído en un pozo. Fariseísmo de altura, hipocresía de lo más repugnante. No importa que hablemos de Santiago o de Roma, de poder eclesial o de poder político, al final todas las castas se interrelacionan: tradicionalismo feroz ante la más leve amenaza de perder el poder, destrucción sistemática del otro en nombre de una moral que ellos nunca cumplieron, olvido de sus corrupciones que son infinitamente más grandes que todas las que acusan, menosprecio de la democracia y de las elecciones primarias en los otros partidos como prueba de que a ellos esas cosas no les pasan. Por supuesto, ellos se valen del dedo y santas pascuas. Tienen el valor de hablar de cambio cuando su modelo de sociedad va encaminado a privatizar lo público estableciendo así dos clases sociales, los de arriba y los de abajo, como en aquella serie inglesa de televisión donde los aristócratas se enteraban de lo que pasaba en la cocina de palacio a través del mayordomo. Las elecciones que vienen van a ser una palestra donde se verán actuar sin rebozo a las castas. Castas vinculadas a la gran industria, la banca, las familias eclesiales, los medios de comunicación dirigirán su artillería pesada sobre todo hacía Podemos que representa una vaga posibilidad de cambiar las cosas. Da gusto oír ahora a la familias franquistas hablando maravillas de la Transición. Hasta el expresidente Aznar, de quien se dijo que no le gustaba la Constitución, se perece ahora por mirar por el retrovisor. Así que la izquierda lo tiene crudo. Seguiremos con el despido libre, con la bajada de salarios, con el IVA al 21% para pagar la luz y el agua, con la corrupción de las castas y con la ley mordaza para arrastrar por los suelos a quienes se atrevan a detener los desahucios.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/76933/familias-y-castas