Refugio cultural en La Oficina

“La Oficina es uno de esos refugios libres en Almería donde lo cultural sin aditivos ha encontrado acomodo”

Miguel Ángel Blanco
23:11 • 25 feb. 2015

“Nos vemos en La Oficina” es uno de los mensajes libres en la calle. La oportunidad de encontrarse cara a cara con un sentido que intenta recuperar la cuestión cultural sin artificios y que se siente liberada en pequeños refugios culturales como La Oficina (calle de las Tiendas, Almería). Teatro, poesía, novela, la palabra en distintas circunstancias, todo en función de un sentido de liberación que promueve lo cultural, frente a la desazón del mundo oficial, de la cultura banal programada por la sociedad de consumo, llena de artificios, de falsedades, de reglas mercantiles que sitúan lo cultural en función del negocio o del interés de quien ejerce el poder desde la mediocridad. El sistema impone sus reglas y lo cultural, o se acomoda a ella o está condenada al exilio o al silencio. La cultura sin aditivos renace, pues, desde el silencio interior personal, individual y colectivo. Nunca en las reglas del mercado.


Al igual que en aquellos tiempos de iniciación, en que la cuestión cultural libre encontró refugio en pequeños locales para sentir la verdad profunda del cante jondo, o de la música o de la palabra escrita o pronunciada en un escenario escondido; locales casi secretos o camuflados para pasar desapercibido, a sabiendas de la amenaza de estar vigilados; de nuevo encuentra sentido que lo cultural busque nuevos refugios para alimentar las inquietudes de las ideas, de las formas, de los sonidos vivos, de los poemas al descubierto, que salen a la superficie con precaución, de mundos que nacen a la vida desde la ficción, de historias y leyendas que permanecen en los recuerdos y en la imaginación frente a la realidad. Son lugares pequeños, donde alumbra la cordialidad y el silencio expectante. Hay sonrisas y conversaciones abiertas. Se escucha a quien interpreta  en libertad sus sentimientos, sus ideas, sus mundos y deja escapar la ficción que desvela la realidad y la interpreta. El sentido del pensamiento crítico está en su ambiente. 


La Oficina es uno de esos refugios libres en Almería donde lo cultural sin aditivos ha encontrado acomodo. No hace muchos días fui testigo de uno de esos momentos. En esta ocasión, en torno a la poesía, con el poemario “Depredador” (colección Máquina de escribir, La Oficina Ediciones culturales, 2015), un título sorprendente y revelador que nos libera, de Virginia Fernández Collado (Bédar, Almería, 1977): “Ahora que no escribí ni un solo verso/túmbate a mi lado/sé memoria y olvido…”). El prólogo es del poeta Juan José Ceba (Albox, Almería, 1951): “En este momento de funesta deriva y mares de naufragios, disfruta Almería de una generación joven de espléndidos poetas…” Ilustraciones de Iris García Carvajal, con el sorprendente ritual de las líneas abiertas que emergen a la vida del poemario.




En esa noche en La Oficina, los asistentes nos adentramos en la poética de Virginia, a quien le gustan los días de lluvia, que contempla alrededor con una mirada depredadora que persigue, captura y transforma el mundo en otros mundos, en el territorio del “cielo azul”, recorrimos “paredes oblicuas”, desvelamos el mundo urbano tan próximo, sonreímos asombrados al ver volar “pajaritas de papel”, un nuevo sentido en “silencio blanco”, los ecos impresionantes de “El bosque”, la búsqueda de una “ciudad imaginaria” que permanece: “No existirá esa ciudad construida para nosotros/no la harán nunca…”, en el transcurrir del otoño, del invierno, de la primavera, no existe el verano, del crepúsculo, con un desenlace no exento de amargura idealizada: “No soporto el naufragio de las palabras…”


Aquella noche hubo, pues, muy buenos momentos en La Oficina, lejanos y tan acosadores los ruidos de la mediocridad de la cultura establecida. Fue agradable respirar de nuevo en ese silencio tan entrañable. A partir de ahora nos podemos ver en La Oficina. Pero busque también en otros lugares, en otros pueblos y ciudades, seguro que hay más refugios clandestinos de la cultura libre, sin aditivos. Son lugares necesarios para resistir.






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