Las promesas

“¿Y usted por qué promete el paraíso si no sabe dónde está?Le interesaba  sin más, entrar en el gallinero”

Kayros
22:32 • 13 mar. 2015

Entre gente mitinera abundan la promesas electorales como señuelo de ingenuos. Delante del auditorio es frecuente oírle al candidato promesas del calibre de la luna. “ Me comprometo a esto. Me atrevo a hacer lo que nadie hizo”. La política tiene simetrías con la conquista amorosa. Hay candidatos que se hinchan como pavos al ronroneo de la hembra y cuando se calientan prometen lo que no está escrito. Los almerienses no olvidamos una promesa célebre, la de Rodrigo Rato cuando vino por aquí hace años diciendo que tendríamos el AVE para el 2005. Rodrigo Rato tiene ahora otras cosas en qué ocuparse pero no estaría mal enviarle una foto ampliada de los túneles tapiados. Se cuenta de un buhonero que prometió acabar con todas las ratas a la redonda si los vecinos le daban una buena comida. Trato hecho, no faltaba más. El buhonero comió hasta hartarse y cuando acabó el café, la copa y el puro, salió el buen hombre al balcón de la plaza, echó mano del megáfono, y exclamó: “Tráiganme ustedes las ratas que no dejo ni una. ¡Jo, menudo soy! Mi padre fue un ratero profesional del ayuntamiento y yo eché los dientes matando roedores”. Esta provincia ha sido visitada a lo largo de su historia por muchos políticos cuneros. La táctica del cunero es enterarse de lo que necesitan los vecinos de la barriada donde va. De manera que aquí el candidato promete una plaza de toros, allá una carretera, más allá un puesto vitalicio de cohetero con cargo al Estado. Después de las elecciones comienzan los problemas. El candidato se entera de que el país es otra cosa y por tanto las promesas de ayer son tortas y pan pintado. Entonces la emprende contra el gobierno anterior por dejarle el país hecho unos zorros. Habría que decirle: ¿Y usted por qué promete el paraíso si no sabe dónde está? Le interesaba sin más, entrar en el gallinero eh. Pues ahora tiene usted que apencar. El sueldo hay que ganárselo. No querrá que le demos vacaciones para cuatro años, con dietas y viajes pagados. Cuando un político no se encuentra a gusto en el partido, lo más lógico es que se fuera a casa y santas pascuas. Pero esto no suele ocurrir con frecuencia. Les asusta volver a lo que fueron antes, tener que trabajar como dice la maldición bíblica y desde luego cobrar mucho menos. Así que se matan haciendo promesas a la gente. Qué más da. Lo malo es que existe la maldita hemeroteca.







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