Si ya cuesta llegar a Almería desde cualquier parte, por las dificultades que tenemos por carretera -hacia Poniente- tren o avión, la cosa se ha vuelto aún más lamentable con el deplorable aspecto que presenta la Estación Intermodal con la huelga de limpieza.
Cuesta trabajo pensar que tanto ministro como ha pasado por Almería durante estos días no haya reparado en este asunto que nos ha sonrojado a más de uno. El Gobierno, responsable de establecer, en este caso, unos servicios mínimos y de intentar mediar en el conflicto laboral, no parece que termine de atinar con la solución.
Puedo entender que se trate de un asunto menor, que un ministro no pueda estar al tanto de cuestiones tan puntuales, pero lo que no puedo entender es que sus compañeros en la provincia no advirtieran a sus equipos en los ministerios de Fomento o Empleo de la situación que se estaba produciendo.
Más de medio gobierno de Rajoy ha pasado durante estos días por nuestra provincia. A su casa han venido, somos gente hospitalaria y espléndida por naturaleza. Lo que no sé es si lo somos de más. Si esa buena sombra nos lleva a algún sitio.
Verán, esta misma semana, un amigo tuvo que viajar de urgencia a la capital de España y quiso sacarse un billete de avión con solo unas horas de antelación. El susto que le dieron con el precio fue de aúpa: 613 euros del ala. Obviamente, desistió.
El final de esa historia fue que mi amigo tuvo que pedirle a un tercero que le hiciera el favor de llevarle en coche hasta Antequera para que allí pudiera coger el AVE y, tras esa nueva peripecia, llegar a Madrid a la hora prevista.
Los almerienses sufrimos una situación kafkiana, absurda y angustiosa y, por lo visto, deberemos de seguir soportándola hasta que el Gobierno caiga en la cuenta de que nuestra provincia no puede seguir aislada por más tiempo. Que esta isla del sur no quiere ser más que nadie, pero tampoco menos.
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