En vísperas de su última Junta Directiva había ruido de muebles en el PP. Se respiraba el morbo de la conjura que, de uno u otro modo, daría la cara ante los dirigentes nacionales, regionales, provinciales y locales convocados en la sede central del partido. Pero no hubo nada. Silencio total en el turno de palabra. Los que en privado criticaban el déficit de liderazgo no se atrevieron a decirlo en público.
Entonces el desencadenante había sido el mal resultado en las elecciones andaluzas, tras la pérdida de medio millón de votos y 13 escaños, lo cual activó a quienes desde finales de 2014 ya no dudan en señalar a Mariano Rajoy como principal responsable del hundimiento electoral. En la mentada reunión el presidente estuvo vagamente autocrítico ("Hemos acertado en lo importante aunque hemos defraudado en algunas cosas") reclamando a continuación, de forma implícita, una tregua hasta las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo.
Esa tregua es la que se había vuelto a romper en los últimos días, mediante la amplificación de algunas señales, por débiles que fueran, como la de un Núñez Feijóo advirtiendo de que si vienen mal dadas en dichas elecciones, el presidente se lo tendría que hacer mirar. O como las expresiones de la derecha ilustrada que reclama en los periódicos la jubilación anticipada del actual presidente del Gobierno y del PP.
Y de nuevo quien hoy por hoy cabalga ha tenido que frenar a quienes hoy por hoy ladran. En los desayunos de Europa Press, que estaba de aniversario (por cierto, felicidades), Rajoy soltó un alto y claro "Sí, quiero", como el de un joven casadero, cuando Javier García Vila, le preguntó si quería volver a ser candidato a la Moncloa en las próximas elecciones generales. Un mensaje dirigido al antimarianismo doméstico que, de cuando en cuando, vuelve a la carga.Pero ya se ha visto que para destronar a Mariano Rajoy no basta denunciar en un periódico la falta de rumbo ("¿Sabe el partido hacia donde va?", se pregunta Aznar). También conviene recordar a Rajoy que para llegar al corazón de los votantes no basta con el tirón de las siglas, la historia del partido y el trabajo bien hecho. Falta piel y sobran cifras, sobre todo de cara a unas elecciones de cercanías como las territoriales de mayo, donde el estrechamiento de manos y la distancia corta importan mas que la prima de riesgo o el coste de la deuda.
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