Mientras que la actualidad informativa en Andalucía es la crónica de una imputación anunciada que va a sentar en el banquillo más de una década de gestión socialista en la Junta, su actual presidenta, Susana Díaz, repite con frecuencia que nuestra Comunidad ha entrado en un “tiempo nuevo” a raíz de su reciente y costosa investidura. Pero al margen de la necesidad de aclarar dónde ha ido a parar todo el dinero desaparecido, hay circunstancias que difícilmente pueden ser entendidas por los almerienses como diferentes o novedosas. El incontestable retraso o abandono de proyectos muy necesarios para Almería por parte de la Junta de Andalucía sigue siendo hoy el mismo que sufríamos hace años. No basta con anunciar la llegada de un tiempo nuevo si no se producen las transformaciones necesarias que lo confirmen. Y no hay novedad, ni parece que la vaya a haber, en el retraso de muchísimos años que acumulan en Almería los planes de reforma interior de San Cristóbal o La Chanca, como tampoco hay novedad en el estado de la Plaza Vieja y la esperada segunda fase de las obras de reforma de la Casa Consistorial, una circunstancia tan penosa como insólita en el conjunto de Andalucía y España. Por desgracia, el único cambio en la situación de ruina del edificio del Ayuntamiento de Almería es la lona que pusimos para evitar en lo posible esa dolorosa imagen de abandono. Del mismo modo, a pesar de la insistencia de la señora Díaz en proclamar la llegada de un tiempo nuevo en Andalucía, los almerienses seguimos esperando que la Junta se decida de una vez a continuar los trabajos de construcción del necesario hospital materno infantil, que apenas cuenta con unos cimientos abandonados. También esperamos los almerienses la prometida conexión del acceso norte de la A-92 con la capital y la construcción de los prometidos institutos del Toyo y la Cañada, que son zonas que ven crecer a su población escolar sin tener suficientes centros cercanos. Mientras todas estas cuestiones sigan siendo una vieja deuda de la Junta de Andalucía con todos los almerienses, nadie, y mucho menos la presidenta de la Junta, podrá hablar en propiedad de “un tiempo nuevo”. Si doña Susana quiere de verdad cambiar las cosas, además de aclarar quién fue el cerebro de la trama de los ERE, quién estaba detrás y quién la conocía en la cúpula socialista, quizás podría a empezar a llevar a los almerienses, además de en el corazón, en la cartera.
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