Va a ser dramática la pugna entre el "si" y el "no" de los griegos a Europa, que es el fondo de la cuestión, si Bruselas no acepta la marcha atrás de Atenas. Escribo cuando acaba de saberse que Grecia acepta, a destiempo, la última oferta europea, lo cual añade confusión al minuto y resultado de la crisis. Eso no obsta para llamar la atención sobre el hecho de que fue la canciller Merkel quien puso en evidencia el drama cuando el martes pasado frenó cualquier arreglo de última hora al entender que la convocatoria unilateral del referéndum era la patada al tablero propinada por una de las dos partes negociadoras. Por tanto, procede aceptar el reto y aguantarle la mirada a Tsipras, en nombre -según él- del orgullo nacional de los griegos.
Ahí es donde el comentarista quiere poner la pelota, por si luego quieren ustedes rematar. Me refiero al juego de los intangibles. Tales como respeto a la soberanía nacional, humillación del pueblo griego, voluntad de los ciudadanos, frente al juego de lo tangible, con aparente primacía hasta ahora (prórroga del segundo rescate, tercer rescate y liquidez de emergencia, todo ello medido en miles de millones de euros).
Sin embargo, Merkel ha reconducido la crisis hacia las cuestiones de fuero para coincidir allí con Tsipras, que ahí quiso situarla. Y no vale dar marcha atrás al borde del abismo elegido por el chantajista. Vale, aceptemos la apelación al dictamen popular, pero el de todos. Así refuta al Gobierno de Syriza, convencido de que enfrente hay un adversario sin alma.
Al asumir la UE el derecho del pueblo griego a expresarse en un referéndum también refuerza la posición moral de otros pueblos cuando vuelvan los números (lo tangible) y estos ciudadanos se opongan con razón a un trato deferente o privilegiado a Grecia en detrimento de los demás. Siempre a sabiendas de que otros, como los españoles, sí han hecho sacrificios, sí han aceptado reformas a cambio de asistencia financiera y sí se han subrogado de las malas prácticas o la mala gestión de sus gobernantes. No está escrito en los tratados ni en ninguna parte que el principio de soberanía nacional ignore el pasado de sus ciudadanos ni la libertad con la que eligieron democráticamente a sus gobernantes. No fueron los mandatarios de los países socios de Grecia quienes inspiraron o consintieron la corrupción, el despilfarro y la mala gestión la clase política griega.
Ahora el Gobierno griego juega a ser más europeísta que nadie y acusa a los demás de que quieren expulsarle del euro. Pero a estas alturas de la película todo el mundo sabe que es el Gobierno del señor Tsipras el que se esfuerza en ir creando las condiciones de la autoexclusión. Nadie que no quiera divorciarse maltrata a la esposa. Hasta que ésta, Europa, se harta y entra en el juego de aquel. Vale. Aceptemos los intangibles de un referéndum, pero con todas las consecuencias. Si es que "no", adiós. O vuelta a empezar, pero con otro Gobierno. Y si es que "sí", prosigamos la negociación donde la dejamos, pero con otro Gobierno porque éste no puede gestionar lo contrario de lo que defendió. En uno y otro caso, el Gobierno de Syriza puede tener los días contados.
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