Los sindicatos están preocupados por el ferrocarril, los ayuntamientos por los sueldos de sus concejales, la Cámara de Comercio por lo que pueda hacer el empresariado de Almería en México, Luis Rogelio por estar en la próxima lista del PP al senado, Izquierda Unida por agarrarse al clavo ardiendo que es Podemos, etc, etc. A algunos nos gustaría conocer quién se preocupa de los parados, de los problemas de las familias, de lo que cuesta la vuelta al colegio, de las aulas prefabricadas en la campeona Almería. Cuando un sindicato como Comisiones convoca una mesa ciudadana sobre la situación que vive el ferrocarril en Almería, cosa que hay que agradecerle, debe ser porque la principal responsabilidad y competencia del sindicato, el empleo, el paro, los trabajadores están en el buen camino. Si no fuera así es de suponer que el sindicato de trabajadores de clase estaría levantado la voz, convocando a la sociedad no sólo por el caballo de hierro a su paso por Almería, estaría gritando por calles y plazas que el paro ha subido en la provincia durante el mes de agosto.
Me parece bien que un sindicato de clase como es CCOO se preocupe por las vías de hierro. No estoy en contra de que haya organizado y mantenga una mesa por el ferrocarril, lo que llama la atención es que esa misma entrega y fuerza no se ponga al servicio de la creación de empleo y en defensa de los casi ochenta mil parados que hay en nuestra provincia. Durante los tiempos de gobierno del PSOE de Zapatero el silencio de CCOO y UGT fue absoluto. Con la llegada del PP y Mariano Rajoy parecía que se iban a despertar las reivindicativas voces sindicales, pero no ha sido así. Le han debido ver las orejas al lobo “pepero” y se han dicho que mejor es callar, no sea que por el camino se pierdan aún más subvenciones y prebendas del gobierno. Y claro, es mejor que se dediquen a los ferrocarriles, dan menos lata. Con la declaración de una ministra de que se va a poner en marcha el intercambiador de Granada todo queda solucionado.
El mundo da la impresión de que camina al revés. Las competencias de cada organización o administración se dejan aparcadas, y jugamos a poner en marcha la de los rivales. Así nos va, que no sabemos de quién dependemos.
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