A estas alturas de la película, cualquier palabra sobre lo que puedan deparar las urnas del 27S en Cataluña, es una palabra de más. Todo está dicho acerca de unas elecciones que en términos legales son comicios para renovar el Parlamento autonómico, pero que los nacionalistas han planteado como un plebiscito encubierto acerca de la independencia de Cataluña.
Este país nuestro es tan peculiar que lleva en su ADN histórico el germen de la discordia y la división. El caso es que primero fueron los nacionalistas radicales vascos quienes apoyándose en el terrorismo intentaron la secesión. El Estado democrático no cedió a pesar de los más de 800 asesinatos, los varios miles de heridos y los incontables estragos perpetrados para allegar una negociación orientada a forzar la independencia. Hoy ETA está en fase de liquidación y quienes en su día apoyaron el "Plan Ibarretxe" aceptaron su derrota en el Parlamento.
Traigo a colación la memoria reciente de cómo, a la postre, el "problema vasco" está en vías políticas de reconducción porque quiero creer que nos ofrece un escenario en el que salvando las distancias , también habrá un mañana español en el que podamos decir lo mismo acerca de la "cuestión catalana".
Los políticos tienen que resolver el problema. Dentro del marco legal pero con la inteligencia política que permita estabilizar una situación que de no encontrar cauce amenaza con desbordarse. Sea cual sea el resultado, a partir del lunes 28 los ciudadanos que queremos que Cataluña siga formando parte de España exigimos que nuestros políticos se comprometan a resolver el problema sin crear otro mayor. Estamos en puertas de días decisivos en los que cada dirigente debe asumir su responsabilidad. Quien dude o no sepa qué es lo que hay que hacer debería ceder el sitio a otro que tenga claro lo que procede hacer para garantizar la continuidad histórica de España.
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