Cataluña celebra hoy unas elecciones autonómicas que son muy importantes para esa región española. Y lo son porque, entre otras cosas, la situación económica de Cataluña es muy grave. Bajo el actual gobierno del presidente Mas se están cerrando muchas empresas, ha subido el desempleo, crece el número de barracones escolares, se cierran quirófanos, crecen las listas de espera y desaparecen los inversores. Esa es la situación real de una Cataluña que sus actuales gobernantes han tratado de tapar al envolverse en una creciente espiral de despropósitos marcados por la deriva independentista. Y aunque desde el entorno político del señor Mas se trate de dar una apariencia plebiscitaria a estos comicios, habrá que insistir una vez más en que estamos ante unas elecciones autonómicas. Nada más, pero tampoco nada menos. Sin embargo, resulta evidente que el despliegue de agitación y propaganda con el que los nacionalistas catalanes han contaminado todo el proceso ha tenido un peso determinante a lo largo de la campaña. Por eso, y frente al delirio de los que apuntan la posibilidad de una ruptura de la unidad de España y de su vigente marco constitucional, me gustaría decir que lo mejor para los catalanes es la unidad, la convivencia y la fortaleza de una Cataluña fuerte en una España y una Unión Europea fuertes. Esa Cataluña dividida entre buenos y malos a la que los nacionalistas llevan tanto tiempo queriendo dar carta de naturaleza es ficticia. No existe. Cataluña no necesita gobiernos irresponsables capaces de poner en riesgo la natural convivencia y el futuro tratando de imponer experimentos políticos de imposible sustento legal e improbable respaldo económico. Lo que necesita Cataluña es un Gobierno que dé ejemplo, que cambie el desquiciado rumbo actual y apueste por la estabilidad y el crecimiento. Para calibrar el descomunal desvarío que supondría una Cataluña fuera de España y, por tanto, de Europa, baste señalar que ese nuevo país sería políticamente inestable y financieramente inviable, porque su actual calificación de bono basura imposibilitaría su financiación. Se produciría además una fuga masiva de empresas, de la inversión extranjera y se perderían las ayudas comunitarias. ¿Cómo harían frente a los pagos en Sanidad, Educación, o Pensiones? Esto no es dar miedo o invocar todos los males del mundo, sino simplemente afrontar con serenidad las consecuencias que tendrían determinados actos. Por eso espero que a lo largo de la jornada de hoy los catalanes voten con sentido común, con responsabilidad y pensando en un futuro común con el resto de españoles y europeos, que siempre será mejor que la aventura incierta y condenada al fracaso de un nacionalismo anclado en el S.XIX en unos tiempos marcados por la globalidad y la superación de las fronteras.
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