Diarrea de dioses

“Pensé que los dioses del espacio nos regalan con alarde de generosidad ultimamente”

José Luis Masegosa
01:00 • 16 nov. 2015
Hace una semana fui testigo privilegiado de un fenómeno que forma parte ya de las galeradas de nuestros periódicos y de los diarios hablados y telediarios. En un viaje nocturno del pasado domingo quedé sobrecogido ante el espectáculo ofrecido por la trayectoria de una gran bola incandescente que bajó de la bóveda, no sé si celeste o parda, y que iluminó la enorme altiplanicie que se expande entre los Filabres, La Sierra de Baza y la jiennense de Cazorla y Segura. El bólido en cuestión quedose apagado a no poca distancia, al menos ópticamente, de la Olla bastetana. Una peladilla más, pensé, que los dioses del espacio nos regalan en este alarde de generosidad del que últimamente hacen gala. Entre cábalas y fantasías celestiales mi trayecto viajero no finalizaría sin un nuevo obsequio del parnaso sideral. Un rato después otro fenómeno similar, aunque a mayor altura, se repitió sobre la cara norte de Sierra Nevada, aunque en esta ocasión la trayectoria fue de mayor longitud y duración. Hace cuatro días me encontré con un experto astrofísico y, relatada sucintamente la experiencia, me vino a decir lo mismo que durante las últimas semanas han dicho todos los investigadores acerca de esta fenomenología: en la mayoría de los casos se trata de restos de naves, de otros cuerpos espaciales y de basura que paulatinamente caen sobre nuestro Planeta, es decir sobre nuestras mismas cabezas. Recordé entonces los cielos más limpios de décadas atrás, cuando cada año había que esperar, en agosto, a San Lorenzo, para gozar de las estrellas fugaces, aguardar a Navidad para ingenuamente buscar la estrella de los Reyes Magos camino de Belén, o disfrutar el lucero del alba con las claras del día. Claro, la ciencia y la técnica no habían alcanzado el desarrollo de hoy. Pero entonces, seguro, que los dioses del espacio se alimentaban con viandas más sanas y no sufrían las diarreas y pedorretas que ahora padecen y a cuyos efectos está expuesto todo hijo de vecino.






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