¿Quo vadis, Podemos?

Fernando Jáuregui
01:00 • 17 nov. 2015

Podemos, la fulgurante formación que en poco más de un año ha acaparado titulares, votos, notoriedad y polémica, vive momentos acaso algo erráticos. 
Y las malas noticias se le suceden: las deserciones de dos candidatos que fueron anunciados a bombo y platillo, como el abogado y ex negociador con ETA por parte del Gobierno del PSOE José Manuel Gómez Benítez y el constitucionalista, que también actuó no pocas veces para los socialistas, Javier Pérez Royo, constituyen, sin la menor duda, un duro golpe tras el éxito innegable de haber ´fichado´ para la candidatura de Podemos en Zaragoza al general y ex jefe del Estado Mayor de la Defensa Julio Rodríguez. 
Las encuestas, para lo que sirvan en estos momentos de galopada, tampoco les son favorables, y las actuaciones de algunos alcaldes a los que se considera de una u otra manera ligados a Podemos, aunque, como en el caso de la edil madrileña Manuela Carmena, traten de distanciarse del partido, tampoco contribuyen a afianzar la confianza pública en la formación de Pablo Iglesias.
 Sin embargo, de todos los errores que he podido contabilizar a Iglesias -que, por cierto, tiene también no pocos aciertos-, el de desmarcarse de un pacto antiyihadista con las principales fuerzas políticas, aludiendo a que no está en el ´espíritu´ que anima a su formación, es el más grave. 
Tratar de desmarcarse de los restantes partidos, de un sentimiento de indignación e indefensión colectiva generado tras la horrible matanza del viernes en París, no puede sino aumentar la sensación de que en Podemos el timón ha sido abandonado y se mueve a golpe de ocurrencias. 
Son estos momentos en los que no puede, alguien como una responsable de comunicación de Podemos, calificar de ´fascista´ el canto de La Marsellesa entonado por cientos de personas llorosas a la puerta de la embajada de Francia -la pobre está claro que ignora la significación del himno galo-.
 Y sí, claro que es cierto que Pablo Iglesias ha condenado, faltaría más, el atentado; pero ahora es el momento de la unidad de todos los demócratas en defensa de unos valores, los que las democracias occidentales representan -y creo que Podemos comparte esos valores, pese a sus desviaciones bolivarianas-, y no el de personalismos egocéntricos a los que tan proclive se muestra el hombre que supo aglutinar la indignación colectiva en una organización política.
 Nunca me mostré partidario de Podemos, pero jamás participé en los intentos de lapidación de esta nueva formación política, a cuyos votantes respeto, lo mismo que a la mayor parte de sus dirigentes. 
Creo que es un partido útil para encauzar críticas ciudadanas que, desde luego, no carecen de fundamento de base; pero, una vez más, me ha dejado claro que no es, no puede ser, un partido de gobierno quien no sabe muy bien hacia dónde va, ni por dónde.


 







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