Halcones y palomos

Fernando Jáuregui
23:15 • 17 nov. 2015

Lo malo de toda guerra -y en guerra estamos, que hasta una figura tan respetable como el papa Francisco lo dice- es que la primera víctima es la libertad de expresión. Y la verdad. Y la concordia. Ante un conflicto extremo, las sociedades democráticas se dividen de inmediato en halcones -excesivamente halcones- y palomas, o palomos, que se colocan de manera equidistante entre víctimas o verdugos, o casi.
Algo de esto le está pasando a la sociedad española en estos días de zozobra tras la masacre de París. Escucho tambores demasiado guerreros, sobre todo, más que entre los políticos, en la voz de algunos comentaristas que conectan con la parte de la sociedad que clama venganza: ellos condenan el ´buenismo´ que otros esgrimen para evitar el conflicto de civilizaciones con la misma pasión con la que hace una semana condenaban a quienes piden, o pedimos, ´diálogo´ para varios de los problemas nacionales hoy temporalmente relegados a un plano secundario, por ejemplo Cataluña. 
Claro que, en el otro lado, hay quien también se pasa: decir que no está en su programa una alianza de todas las fuerzas políticas contra el yihadismo es, más que una salida de tono, el fruto de una soberbia partidista, o meramente personal, que es lo que ahora ni toca ni cabe. 
Y pedir un minuto de silencio, tras haberlo guardado por las víctimas del terror en la capital francesa, por las víctimas de los bombardeos galos o norteamericanos en Siria, es una equiparación difícilmente comprensible para la opinión pública. O para mí mismo, ya que estamos.
Creo, temo, que la defensa de nuestros valores, y de nuestras vidas, justifica ahora una intervención armada en los terrenos ocupados por los asesinos islamistas. Ya discutiremos si plantando las botas militares en el territorio controlado por los fanáticos medievales, que matan en nombre de un Dios que no ordena matar, o conformándonos con los ´raids´ aéreos, los drones certeros o quién sabe qué, que no cometeré yo el error de algunos colegas que, tan ajenos como yo a la estrategia militar, se alzan ahora en prescriptores de cómo se ha de combatir el horror que nos llega utilizando falsamente al Islam como pretexto.
Lo malo es, ya digo, que esta tensión entre halcones-halcones y palomas-palomas no deja mucho resquicio ni a la reflexión ni a la serenidad. Ni a la moderación. Ni, insisto, a la verdad. Creí a un líder político que aseguró, y publicó en las redes sociales, que una jefa de prensa de Podemos había acusado de ´fascistas´ a quienes, a la puerta de la embajada francesa, cantaban ´La Marsellesa´. Ella me llamó dolida: tal cosa no se había producido. Prometí rectificar, y aquí lo hago, seguro de que muchas de las cosas que se cruzan de lado a lado son o falsas, o exageradas, o mal comprendidas. Es la verdad, estúpido, cada vez más zarandeada.







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