En el asalto al Palacio de la Moneda llevado a cabo en Chile por el ejército de Pinochet tuvo lugar una anécdota que se repite estos días. Uno de los defensores del palacio, un sargento de los que formaron parte de la guardia personal de Allende entró en dudas en su conciencia sobre si tenía que disparar para matar. A la vista de los destrozos que iban haciendo las bombas enemigas soltó su frase célebre: “ No es divertida la chingada, si no mato me matan, compañero” Parte de este dilema atroz lo está viviendo hoy medio mundo ante el avance ciego del Estado islámico con la noticia de la masacre francesa. Jefes de Estado, partidos políticos, intelectuales de todos los credos, fuerzas armadas y ciudadanos en general dudan qué hacer en esta coyuntura histórica: si unirse para atacar Siria y acabar con los yihadistas o buscar otra fórmula menos violenta pero igualmente eficaz. Aquí en España, el presidente del Gobierno no quiere oír hablar de una participación española en una coalición militar europea, escamado como está con el recuerdo de Aznar en la guerra de Irak por cuya causa el PP llegó a perder las elecciones. En realidad no se trata del mismo caso. Allí se mintió con las armas de destrucción masiva. Tal como recuerda ahora Bush ( padre) los errores de la invasión procedían en no pequeña parte de las ambiciones personales de los asesores de la Casa Blanca. Ahora es el terror indiscriminado lo que siembra el pánico. Y como decía ese niñito en diálogo inocente con su padre mientras visitaban los lugares donde murió tanta gente: “ Ellos tienen las pistolas y nosotros las flores”. Al margen de bromas, la situación es tan grave que no debiéramos caer en improvisaciones de ningún tipo. Ni siquiera aquí en España cuando los partidos cuentan los días que faltan para las elecciones generales. Pasó el tiempo ya para declararse la guerra en lugares abiertos y reglados con los ejércitos frente a frente en orden de batalla. Ahora el enemigo vive entre nosotros y presumiblemente dará el golpe cuando menos lo pensemos. Los líderes europeos deben calibrar prudentemente qué respuesta es más eficaz: si la invasión militar o la invalidación de las fuentes del dinero que sustentan al Estado islámico. Cualquier cosa menos que nos tengan amedrentados sin poder salir a la calle.
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