El triunfo de los emoticonos

Jose Fernández
01:00 • 04 dic. 2015

Dice mi querido y admirado Fernando Cabezón que los sociólogos del futuro habrán de evaluar el enorme daño que las redes sociales están causando al género humano. El desdoblamiento al que te obliga el uso y presunto disfrute de la superconectividad tecnológica supone, en muchos casos, la diferencia hamletiana entre el ser y el no ser, pero sosteniendo y mirando un aifón en lugar de una calavera. O estás en las redes o no eres nadie, lo que es una versión perfeccionada y perversa de aquellas primeras dobles páginas de la Caseta de Feria de LA VOZ DE ALMERIA a finales de los años ochenta: si no salías, no estabas en el mundo. En todo caso, las redes sociales son como las armas, cuya maldad no reside en su existencia sino en el uso que se les acabe dando. Y así, vemos que el personal se derrite de satisfacción y celebra con gozo que el famoso cantante almeriense David Bisbal haya felicitado el cumpleaños a su padre colgando un mensaje en internet, al tiempo que pone a parir a la alcaldesa de Garrucha, la socialista Maritoñi López, por emplear el guasap para comunicar su despido a una veintena de trabajadores de la limpieza. Ya ven que las redes no son ni malas, ni tampoco buenas, pero lo que sí están consiguiendo es impulsar la alarmante ausencia de formas que preside las relaciones humanas. Hemos sustituido el matiz y la mirada por la colección de emoticonos de nuestro teléfono, lo cual quiere decir que ahora gesticulamos con la punta de los dedos. Y si le quedaba algo por barrer al vendaval de idiotez que ha venido identificando actitudes como el respeto, la urbanidad y la cortesía con formulaciones propias del autoritarismo y la caspa tardofranquista, ha desaparecido a manos de una hegemonía tecnológica que ha arrumbado al rincón polvoriento del desuso esa antigualla que algunos seguimos llamando “hablar”. Así que, por favor, si le ha gustado esta columna no me lo transmita con una colección de monigotes infantiloides. Dígamelo, que yo sabré agradecérselo del mismo modo. 







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