Para muchas cosas no somos lo que somos, sino lo que los demás piensan que somos. Una de nuestras maneras de estar situados en el mundo es a través de las coordenadas que los demás trazan sobre nosotros: lo que parecemos, lo que hacemos y lo que decimos. Y quizás la principal manera de establecer esas balizas sean nuestros propios actos. Decía el gran Groucho, el marxista más inteligente de todos los tiempos, que es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo. Lo digo porque la Junta de Andalucía, ese paraguas blanquiverde que todo lo cubre, acaba de hacer público su malestar contra el Ayuntamiento de Almería porque una semana después de cerrarse el acuerdo para agrupar finalmente las diferentes fases de las obras de la Plaza Vieja (aquello que se sacó de la manga la propia Junta para no pagar hablando de la primera fase de la segunda fase de la primera subfase y tal) aún no ha recibido la addenda al convenio. Es decir, que la misma Junta de Andalucía que anunció en el año 2000 un proyecto de rehabilitación de la Casa Consistorial que quince años después aún sigue sin tener las narices de acabar… se pone ahora digna por un retraso administrativo de una semana. Siete días de retraso del Ayuntamiento frente a los 5.475 días que llevan ellos sin terminar lo que anunciaron. ¿Ustedes se creen? Bueno, pues así son ellas y ellos. ¿Qué habría hecho la Junta de Andalucía si la administración que hubiera estado remoloneando y poniendo excusas psicalípticas durante una década (que si la aparición de restos, que si la centralita telefónica, que si la caja fuerte…) hubiera sido el Ayuntamiento? Ya saben que la ex delegada de la Junta y actual candidata del PSOE, doña Sonia Ferrer, decía, cada vez que el anterior alcalde o algún concejal expresaba su malestar por la década de retrasos en la obra, que el Ayuntamiento “estaba confrontando” con ellas y ellos. Está claro: ellos recuerdan y los demás confrontan. Así de sencillo
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