La España del sentido común

Antonio Casado
01:00 • 17 ene. 2016

La XI Legislatura constitucional (XII del tiempo democrático) ya está en marcha. Primera señal de sano funcionamiento del Estado. Vendrán otras en la fase que se avecina (la formación del nuevo Gobierno) porque este país guarda grandes reservas de sentido común y es más civilizado de lo que los propios españoles estamos dispuestos a reconocer.
Los mandatos de la aritmética y la política nacidos de las urnas expresan una voluntad de abrazar lo nuevo (partidos emergentes) sin dejar de apoyarse en lo viejos (el llamado bipartidismo). Es decir, asomándose a lo desconocido pero sin saltos en el vacío, dando lugar a lo que un servidor ya calificó de "bipartidismo imperfecto" en mi artículo del pasado 6 de enero. Básicamente, un Ejecutivo en minoría del partido ganador de las elecciones (nada de pacto a la alemana, olvídense) con acuerdos de geometría variable, según los temas, preferentemente con los dos partidos que ahora ocupan la centralidad del espectro: PSOE y Ciudadanos.


Antes de que eso empiece a perfilarse en el horizonte inmediato, hemos de quemar los respectivos intentos de formar Gobierno, primero el de Rajoy y luego el de Sánchez. Ambos tienen el derecho y el deber de intentarlo, pero ambos están llamados a fracasar por imperativos de la aritmética (y de la política, claro). Cuando todo parezca abocado a la repetición de elecciones, ya verán ustedes como un ataque de responsabilidad sobrevenida en los tres partidos que acaban de garantizar la puesta en marcha del nuevo Congreso (PP, PSOE y Ciudadanos suman 253 diputados) vuelve a garantizar la puesta en marcha del nuevo Gobierno, que será en minoría del PP con pronóstico de Legislatura corta. Y no me sorprendería nada que hasta con una fecha de caducidad pactada.
Lo que pasa es que ahora estamos abducidos por estados de opinión creados por las conjeturas, del mismo modo que en vísperas de las elecciones estábamos abducidos por estados de opinión creados por las encuestas. Cada día tiene su afán y ahora la pelota está en el tejado de Rajoy, por mucho que se empeñen algunos en desviar la carga de la prueba hacia Sánchez. No tiene sentido adelantarse a los acontecimientos ni especular en barbecho. Nos conviene a todos huir de ese absurdo quinielismo que tiene a periodistas y políticos hablando en condicional desde que supimos que la estabilidad de España ya no está en manos de dos partidos sino de cuatro.
En manos de tres, en realidad, como queda dicho. La jornada del miércoles pasado nos dio la prueba de que el afán siguiente también va a estar en manos de los mismos tres, sin dejar de mirar a Cataluña.







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