No es nuevo el interés de distintos sectores de la política agrícola holandesa en reclamar la exclusión de la producción hortofrutícola mediterránea bajo plástico de la certificación ecológica. Esta postura ha vuelto al escenario a raíz de los debates mantenidos en el seno del Consejo Europeo de Agricultura a principios de verano encaminados, precisamente, a establecer el texto del Reglamento de Producción Ecológica.
En este caso, la “sugerencia” de exclusión de las frutas y hortalizas cultivadas en invernadero de la consideración de ecológicas ha venido de un diputado holandés, Tjeerd de Groot, que milita en Democracia 66, un partido socioliberal que ocupa siete escaños de los 150 que conforman la cámara baja holandesa. Sus objeciones se basan en las directrices que han informado la filosofía general europea en torno a la producción agrícola ecológicas, las cuales contemplan la necesidad de contar con una certificación ecológica específica sobre suelos. En este contexto, de Groot señala que el cultivo en los invernaderos españoles -los almerienses por antonomasia- se realiza sobre suelos rocosos a los que se les ha añadido arena de forma artificial. En opinión de este diputado, que ha desarrollado una extensa carrera política relacionada con la agricultura de su país, esta conformación del suelo intervenida por la mano del hombre equipararía a estos cultivos con los hidropónicos, los cuales quedan fuera de la producción ecológica. Precisamente, Holanda es un referente en este tipo de cultivos, los cuales son el gran pilar de su hegemonía agrícola. De hecho este diputado holandés sugiere que se puedan considerar como ecológicos los productos obtenidos en hidroponía en los casos en los que se apliquen sistemas de control biológico para combatir las plagas y se excluyan sustratos y nutrientes de origen sintético. Pone como ejemplo de esta idea el caso de Estados Unidos, donde se certifican productos cultivados en sustratos como ecológicos.
El diputado holandés ha precisado en declaraciones a medios digitales internacionales que "si bien los productores del sur de Europa solicitaron también (ante el Consejo Europeo de Agricultura) la exención para que el suelo sobre solar rocoso cumpla con esos estándares, la UE no respondió a su solicitud. Por lo tanto, la producción orgánica en España tendrá que cumplir con las normas generales y de momento no puede ser certificada como ecológica". En base a estas consideraciones, de Groot entiende que la certificación como ecológica de los productos hortofrutícolas españoles de cultivos ecológicos, la mayor parte de ellos registrados en Almería, Murcia y la costa granadina, supone un caso de competencia desleal con los agricultores holandeses y con otros productores europeos que necesitan cumplir estrictos estándares.
Desde Almería
Desde la agricultura almeriense se han visto siempre este tipo de planteamientos con cierto escepticismo, pese la inequívoca influencia del lobby holandés en Europa. A pesar de que no se percibe esta postura como una amenaza inmediata, es verdad que algunos expertos de la agricultura almeriense que se cuentan entre los más reputados han señalado la importancia de recuperar el carácter orgánico del suelo de los invernaderos, desde un punto de vista de la eficiencia de los cultivos y de la reducción del impacto ambiental al precisar fertirrigación menos intensa, como ha defendido en diferencias ponencias el consultor técnico Gregorio Monsalvo. Por su parte, el técnico agrícola José Manuel Torres Nieto ha defendido en una publicación la conveniencia de reincorporar al suelo los restos vegetales de los cultivos, a fin de ir generando un enriquecimiento orgánico del suelo.
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