El cuadro de honor de las cinco ediciones de los Premios de la Agricultura Almeriense que ya se han celebrado recogen una treintena de empresas, entidades y personas que serían la envidia de cualquier provincia española por sus respectivas contribuciones en la creación de riqueza, empleo y conocimiento. En el caso de Almería, representan una especie de antología con nombres y apellidos de un fenómeno económico y social que excede cualquier definición o valoración apresurada.
Cada una de las ediciones de estos premios se enfrentan año tras año a una difícil elección, por la enorme densidad del éxito y la excelencia que caracteriza al gran sistema agroalimentario, industrial y biotecnológico que, para resumir, solemos llamar ‘modelo agrícola almeriense’.
Después de que el primer invernadero de Almería cumpliera cincuenta años ese modelo ha vivido algunas revoluciones de gran calado, como el riego por goteo en su día o, más recientemente, la producción integrada y el control biológico. Ambas han dejado su huella indeleble en el cuadro de honor de estos premios, junto a otras que, quizás de manera menos llamativa, también han supuesto hitos de transformación fundamentales: la evolución técnica de los semilleros, la consolidación de la producción ecológica, la capacidad de adaptación a la economía de escala que imponen los mercados, la seguridad alimentaria más sólida, el liderazgo en innovación científico-técnica, la apuesta por las energías renovables, el desarrollo de un marco financiero específico, la proyección de la economía social y tantos otros ámbitos que le han permitido a esta provincia adueñarse de su historia y, sobre todo, de su futuro.
Hay otra cuestión que caracteriza a estos Premios, que concede La Voz de Almería, Cadena SER Provincia de Almería y Agricultura 2000. Un aspecto que no por evidente, resulta fácil de explicar: la percepción social del modelo agrícola.
La cultura predominante, esencialmente urbana, tiende a ubicar a la agricultura y a todo lo agrícola en un espacio indefinido relacionado con la ruralidad. Es decir, con un mundo siempre subordinado y periférico respecto a los focos de interés social más pujantes. Incluso hay quien se resiste a admitir que un agricultor tenga el mismo éxito en lo económico que empresarios y profesionales liberales, como si la agricultura fuese una especie de condena histórica.
Aunque la mayor parte de la sociedad almeriense vive directa o indirectamente de la agricultura, lo agrícola es aún casi desconocido para muchos almerienses. Esa ignorancia requiere un esfuerzo colectivo al que estos Premios tratan de aportar su pequeño grano de arena. Estamos convencidos de que la auténtica verdad de un territorio es su agricultura.
Para la sexta edición hay ya ideas y propuestas, pero queda todo un año por delante en el que vivir acontecimientos, logros y éxitos en la agricultura almeriense como para que la designación de los próximos galardonados sea tan difícil como lo ha sido en estos cinco años. Una cosa es segura: volverá a ser un reconocimiento a lo mejor que da de sí misma esta provincia.
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