En la foto panorámica más antigua de la sede de Hortamar se puede reconocer el Citroën GS de Francisco Martín Fuentes, el único vehículo aparcado junto a la puerta. Es sólo un detalle, aparentemente inapreciable en la imagen, pero tiene un profundo significado para Francisco. Su padre, Juan Martín, fue uno de los fundadores de la cooperativa, concretamente el socio número 13, un número que Manuel conserva con cariño sin caer en los tópicos de la mala suerte. A fin de cuentas, la vida de este agricultor, de profundas raíces roqueteras, ha ido lo suficientemente bien como para que se sienta satisfecho de lo que ha logrado: asentar una historia familiar, en compañía de su mujer Avelina Ruiz López, que ha compartido codo con codo, la gratificante aventura de sacar adelante a sus hijos Francisco y María Avelina.
Después de muchos años de trabajo, “sin domingos ni días de fiesta”, Francisco y Avelina encuentran que la vida del agricultor es ahora sensiblemente mejor. Algo más cómoda, por la evolución de las técnicas de cultivo y porque, Francisco, su hijo, decidió ponerse a su lado a trabajar las fincas familiares. Ya tiene su propio invernadero.
Francisco y Avelina están convencidos de que todo este esfuerzo ha merecido la pena. Y eso que al principio no estaba tan claro. Cuando se casaron, Avelina veía un tanto arriesgado afrontar el reto de sacar adelante la explotación agrícola del padre de Francisco. Él se dedicaba entonces al transporte con Miguel Ojeda y ella, trabajaba en la empresa Primores. Camiones y flores, una mezcla que simboliza la Almería de entonces. Aquella Roquetas de los setenta que todavía ofrecía la estampa de las vagonetas de sal recorriendo los estrechos caminos entre los esteros, tiradas por un par de mulas. Las mulas del padre de Francisco.
Toda la historia personal de Francisco es también la de Hortamar, que es como una gran familia “cuyos presidentes, empezando por Aquilino Fernández, han hecho posible lo que es hoy".
Los años están cargados de recuerdos y de lecciones son ya imborrables. Pero, lo más importante es pensar. Fruto de su experiencia, Francisco asegura que “pensar con cabeza es más importante que el esfuerzo físico”. Esa es una lección propia que ha ido cultivando a lo largo de su trayectoria. Una lección que, seguramente influyó en su decisión de optar por la papaya, una novedad que “está funcionando muy bien. Hemos cogido frutos con 10º brix”.
Francisco y Averlina reconocen que cuando trabajan juntos discuten un poco, “pero son cosas que se olvidan nada más llegar a casa”. Sin la aportación de ella, no habría sido posible fraguar esta hazaña familiar que se se multiplica entre los invernaderos almerienses.
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