El uso intensivo y generalizado de fertilizantes sintéticos en las últimas décadas está provocando una serie de problemas a nivel ambiental, como pérdida de fertilidad y contaminación de suelos y acuíferos, traduciéndose a la larga en menores rendimientos en las cosechas y frutos de menos calidad para el agricultor.
Estos problemas se ponen actualmente de manifiesto con el desastre medioambiental del Mar Menor, donde se estima que se han recogido 4,5 toneladas de restos de peces y crustáceos sin vida debido a los fertilizantes químicos que se han vertido durante años a esta laguna, y que han causado un desastre ecológico sin precedentes en España.
El 85% de los nutrientes que llegan al Mar Menor tiene su origen en la agricultura del campo de Cartagena y debido a ello el Consejo de Gobierno ha aprobado un nuevo decreto que limita el uso de fertilizantes nitrogenados en las 11.000 hectáreas de esta zona.
Este decreto permite el uso de fertilizantes orgánicos que contengan en su composición nitrógeno; soluciones a base de microorganismos como los fijadores de nitrógeno atmosférico o similares, o capaces de aumentar sus poblaciones en el suelo, en las dosis máximas establecidas en los distintos preceptos de la Ley.
Es aquí donde la Cooperativa Agrícola Casi en su compromiso con el medioambiente y la sostenibilidad, colabora con el posicionamiento en la vanguardia dentro del modelo agrario europeo aportando la solución de la mano de Nostoc Biotech y sus bacterias promotoras del crecimiento vegetal que aportan una nutrición mucho más eficiente para los cultivos.
Para demostrar el poder biofertilizante de estas bacterias fabricadas y comercializadas por Nostoc Biotech; la Universidad de Almería, la Fundación Cajamar y con la colaboración de CASI, han realizado un ensayo pionero financiado por el proyecto Fields4ever del programa de Investigación e Innovación 2020 de la Unión Europea.
El Dr. Raúl Ortega, que ha dirigido el ensayo, ha indicado que la aplicación de estos microorganismos, junto con la reducción de un 20% de fertilización sintética convencional ha resultado en el tratamiento más efectivo desde el punto de vista agronómico. Así se obtuvo un incremento de 33% en la productividad de un cultivo intensivo de tomate. Además del efecto biofertilizante sobre los macronutrientes NPK, hemos deducido que los microorganismos también han favorecido el desarrollo de fitohormonas relacionadas con el crecimiento vegetal; auxina, giberelina y ácido abscísico. Esto se tradujo en la producción de frutos de mayores calibres, de mayor valor económico, por lo que los ingresos económicos aumentaron hasta un 52% frente al tratamiento de inoculaciones bacterianas y con una fertilización sintética convencional.
Estos resultados ponen de manifiesto que los niveles utilizados actualmente de fertilización sintética pueden incluso reducir el efecto positivo de los biofertilizantes.
Desde el punto de vista agronómico esto representa excelentes noticias, ya que el uso de biofertilizantes no solo tiene efectos positivos en la producción de los cultivos y fertilidad de los suelos, sino que además nos permiten la disminución de fertilizantes sintéticos. Esto supone una serie de beneficios ambientales y económicos, y el desarrollo de una agricultura más sostenible, siendo este uno de los objetivos de la Agenda 2030 del gobierno de España y de la estrategia de la Unión Europea de la “Granja a la Mesa” que pretende entre otros objetivos reducir como mínimo un 20% de los fertilizantes empleados actualmente.
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