Europa debe aprovechar el CUE para cambiar la percepción social del agricultor

El ingente y complejo aparato normativo que regula y orienta la producción agrícola de la Unión Europea, unido a las leyes propias de cada Estado Miembro que afectan a los agricultores y a las explotaciones parece generar actitudes divergentes entre la población agrícola,. En primer lugar y de manera generalizada por la sensación predominante en el medio agrícola de que el legislador europeo no conoce la realidad de cada realidad del agro. Pero, también la certeza de que no llegan a las altas esferas institucionales y políticas las necesidades y las aspiraciones de los agricultores. La desconfianza ante los grandes cambios normativos suele ser la nota dominante de este concierto aparentemente desafinado que se escucha desde el patio de butacas de la sociedad urbana. El campo se lamenta sobre cuestiones normativas y disposiciones legales que la sociedad urbana no entiende.   Como mucho, acierta a saber del hecho agrícola sólo cuando las inclemencias meteorológicas amenazan ruina para un sector de la población con el que no percibe ninguna relación especial, salvo que a todas las mesas llegan alimentos que alguien ha debido de producir en alguna parte. Casi nadie sabe nada de producción integrada que es obligatoria para subsectores agrícolas como el hortofrutícola en Andalucía. Casi nadie sabe que la  mejora varietal sigue estando basada en las Leyes de Mendel. Casi nadie sabe que existen unos estrictos límites máximos de residuos que son objeto de un riguroso sistema de control. Y, en ese contexto, los agricultores muestran su disconformidad y recurren a las protestas por cuestiones que no todo el mundo está en condiciones de entender ni, mucho menos, posicionarse. 

Uno de los últimos ejemplos de este fenómeno es la solicitud planteada por COAG a la Junta de Andalucía para favorecer un retraso en la entrada en vigor del Cuaderno Digital de Explotación Agrícola (CUE) coincidiendo en esta postura con el parecer de otros ámbitos de opinión y de representatividad del sector. Es fácil imaginar que este asunto va a correr la misma suerte que buena parte de las reivindicaciones que la agricultura hace pública, a veces incluso a pie de calle. Aún más por el trasfondo tecnológicamente avanzado del CUE, toda vez que la sociedad urbana conserva una errónea percepción de la agricultura, para muchos, ubicada en las antípodas de la innovación y de la vanguardia científica. 

Sin entrar en valorar los argumentos esgrimidos por COAG y compartidos por otras organizaciones agrarias y sectoriales para proponer una moratoria de la entrada en vigor del CUE, lo que parece más que claro es que esta herramientas normativa y tecnológica a partes iguales va a suponer un revolucionario avance para la actividad agrícola y, lo más importante para favorecer la sostenibilidad en cada uno de los incontables modelos de producción que componen el puzle agrícola europeo. 

¿Por qué La UE no aprovecha esta especie de cambio de paradigma para la realidad agrícola europea que representa el CUE y otros conceptos asociados como el SIEX para que toda la sociedad comprenda de una vez que el agricultor es, realmente, un agente de propagación de la vanguardia tecnológica?