Las marismas, humedales y dunas de Doñana son el hábitat de cientos de aves y de animales raros como el águila imperial ibérica y el lince ibérico, especies en peligro de extinción. Sin embargo, en las últimas décadas se ha ido produciendo una alteración del paisaje de Doñana.
"Ello es debido a que las mismas aguas subterráneas que impulsan los ciclos de inundación del humedal también son aprovechadas por agentes externos este parque natural", explican en un informe desde la NASA. Las conclusiones se apoyan en un trabajo realizado por científicos de la Estación Biológica de Doñana-CSIC (EBD) que han recopilado datos de satélites durante tres décadas.
La superficie del acuífero que alimenta las lagunas es aproximadamente cinco veces mayor que la del área protegida. Pero actividades como la agricultura y el turismo ajenas a los límites del parque han ido agotando el suministro de agua progresivamente, según explican desde la agencia estadounidense.
El estudio llevado a cabo por científicos de la EBD-CSIC recopiló datos por satélite durante más de tres décadas para comprender cómo han influido las actividades humanas sobre las reservas de agua.
Para llegar a estos resultados los científicos utilizaron imágenes satelitales proporcionadas por Landsat con el fin de estimar la extensión y duración de las inundaciones en 316 lagunas entre 1985 y 2018. A continuación, incorporaron los datos de temperaturas, precipitaciones y uso del suelo en ese periodo para identificar qué parte de las inundaciones se debía a factores climáticos y qué proporción podría haber sido provocada por los humanos.
Los investigadores concluyeron que el uso de aguas subterráneas provocó que la mayoría de los estanques analizados se llenaran con menos frecuencia, y, de hecho, en algunos casos, se secasen por completo.
El impacto de Matalascañas
Las consecuencias más notables se observaron precisamente en los lugares donde se bombea agua. Según los investigadores, esto se explica en gran medida por la cercanía del núcleo costero de Matalascañas, que se ha ido construyendo desde los años 70 y que ha aprovechado las aguas subterráneas.
En concreto, señalan, un campo de golf que funcionó allí durante 17 años redujo considerablemente el agua de las lagunas durante ese tiempo. Además, en la zona occidental del parque natural, los invernaderos de fresas y otros cultivos de bayas se abastecen para el riego gracias al acuífero.
El trabajo también refleja que no todas las zonas se han secado: ocho lagunas de la parte norte del parque se llenaron más de lo previsto debido al propio clima. Los autores subrayan que esto también podría deberse a la restauración de los arroyos y la eliminación de una plantación de eucaliptos a principios de la década de los 2000.
En total, de los varios cientos de estanques estudiados, el 59 % no se han llenado desde al menos 2013, y el 83% lo hacen menos extensamente -y durante menos tiempo- de lo que se explicaría por el clima.
Según el ecólogo de humedales y autor principal del estudio, Miguel de Felipe, antes de 2011 era bastante habitual que los estanques permanecieran llenos durante todo el año. Sin embargo, en los últimos tiempos solo se han colmado pequeñas zonas dentro de la cuenca, mientras que la vegetación de matorrales ha empezado a rellenarse.
Asimismo, en las últimas décadas, los agricultores cercanos al humedal han pasado de cultivar productos resistentes a la sequía, como olivos y cereales, a otros que requieren más agua, sobre todo fresas.
Fuente: Sinc
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