En el límite entre las provincias de Almería y Granada la Sierra de Baza aparece salpicada de pastos que, en pleno mes de agosto, alimentan a los rebaños que realizan la particular trashumancia almeriense.
Los ganaderos que conservan esta práctica ancestral buscan en las planicies de montaña alimento para sus rebaños, a la espera de que el otoño devuelva la vida a los pastos que circundan sus zonas de origen.
Unos pocos ganaderos conservan este sistema que garantiza la supervivencia de los rebaños, residiendo hasta tres meses en esos escenarios de altura, habitando viviendas diseminadas entre campos y cerros que ofrecen un aspecto muy auténtico, acorde con las exigencias establecidas para las zonas que se encuentran bajo protección ambiental, como es el caso del Parque Natural Sierra de Baza.
Estos recónditos parajes de montaña se alcanzan después de recorrer pistas forestales, cañadas y carreteras comarcales, donde es posible caer en la tentación de sentirse lejos de cualquier parte, como si este mosaico de cereal y campos sembrados para el próximo ciclo fuesen una tierra remota, un lugar perdido del mapa. Sin embargo, esa sensación solo es el fruto del desconocimiento sobre la vida interior del monte, de una verdad de la sierra que parece condenada a extinguirse.
Herminio López está convencido de que el futuro de esta ganadería extensiva que incluye la trashumancia es poco esperanzador. Con sus 800 cabezas de ganado, practica la trashumancia recorriendo los pastos de este entorno, residiendo en Casa Tejada, rodeado de campos de cereal, cerros cubiertos de coníferas, asomado a las vistas privilegiadas que se dominan desde estos 1.900 metros de altura.
A sus 53 años, Herminio se sabe perteneciente a un sistema de vida que no tiene casi nada a su favor. Pero, su profundo arraigo y su vocación de pastor le mantienen en la brecha. Vive en Benahadux, tiene su ganado el resto del año en su pedanía gergaleña original, que es Aulago y, en verano, a la sierra....
Rodeado de sus perros, y con el telón de fondo del dorado cereal, Herminio pasa revista a las dificultades de esta actividad, que se enfrenta a las inclemencias del tiempo y a la realidad del sector en el que opera. Un sector en el que existe una clara desventaja para los ganaderos, para los productores de la materia prima que reciben precios insostenibles antes de que sus cabezas de ganado se conviertan en productos para la cadena de valor agroalimentaria. A tres euros le pagan a Herminio el kilo de carne en origen. Por eso, este pastor de vocación y convicción ve muy difícil la permanencia de esta actividad, incluso contando con las ayudas directas de la PAC, que a penas sufragan las pérdidas.
Mientras sus cabezas de ganado recorren los campos de cereales, Herminio recuerda cómo eran estos pagos antiguamente. Cómo los montes tenían su gente que vivía y salía adelante en esta peculiar economía agraria de montaña. El recuerdo se detiene inevitablemente en los restos visibles de las eras que jalonaban los campos, como prueba inequívoca de la intensidad del ambiente que coronaba estos cerros hace ya décadas.
Quizás, Hermnio sea uno de los últimos pastores que harán esta trashumancia desde las faldas de Sierra de Filabres a los altos de la Sierra de Baza.
Quizás sea uno de los últimos depositarios de una sabiduría antigua y cierta que es necesario preservar, aunque solo sea por el respeto y el reconocimiento a quienes la han encarnado.
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